Según el Comité de Agricultura (COAG) de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) Agroindustria se refiere al establecimiento de empresas y cadenas de suministro para el desarrollo, transformación y distribución de productos e insumos específicos en el sector agrícola. De manera general, incluye la comercialización y al valor añadido en el sector agrícola, con especial hincapié en las empresas de pre-producción y post-producción.
Típicamente, las corporaciones agroindustriales desarrollan monocultivos extensivos, lo cual tiene como consecuencias que disminuya la diversidad agrícola y se concentren grandes extensiones de tierra en pocas manos. Este modelo se desarrolló de manera exponencial a principios de los noventa a partir del discurso de aumentar la producción y la abundancia de alimentos; veinte años después, el poder corporativo en el sistema alimentario ha crecido tanto, acapara tantas relaciones y segmentos de la cadena alimentaria, que hoy son las corporaciones quienes fijan las reglas globales mientras los gobiernos y la investigación pública siguen sus directrices.
Hoy en día se han incrementado inversiones en el sector de los agrocombustibles, lo cual está replanteando el discurso agroindustrial, ya que no es exclusivo del sector alimentario. El uso y promoción de este tipo de biocombustibles está asociado con los intereses de grandes empresas que tienen una enorme oportunidad de crecer y enriquecerse con su producción y comercialización. Para los grupos empresariales y los políticos, los agrocombustibles ciertamente son una de las formas de energía “renovable” más potables porque encajan fácilmente en la economía imperante basada en el petróleo. Pero también ofrecen oportunidades de lucro que los promotores del nuevo esquema de los negocios “ecológicos” captaron muy rápido. Estas empresas pretenden “reemplazar millones de hectáreas de sistemas agrícolas locales y a las comunidades rurales que trabajan en ellos, erradicando los sistemas indígenas de cultivo y pastoreo para sustituirlos con grandes plantaciones de monocultivo e ingeniería genética (transgénicos), en las que las empresas multinacionales tengan el control”.
Según el reporte “Biocombustibles: perspectivas, riesgos y oportunidades” de la FAO, los principales productos agrícolas que se utilizan para la producción de biocombustibles líquidos son: caña de azúcar, sorgo dulce, maíz, trigo, cebada, centeno, papas, yuca, colza (canola), palma de aceite, soja, girasol, maní (cacahuate) y semilla de algodón, donde se aborda el hecho de que este tipo de cultivos tienden a comandar la estructura productiva debido a que crecen más rápido y suelen ocupar mayor área de siembra, teniendo el riesgo de que sea la demanda energética y no la demanda de alimentos lo que determine los precios de los productos agrícolas, mismos que quedan a expensas de lo que dictamine el mercado de la energía, tendiendo a elevar los precios de esos alimentos básicos y promoviendo que sea más difícil el acceso a estos productos para los pobres.
Con información de:
ftp.fao.org/docrep/fao/meeting/011/j9176s.pdf
www.fao.org/publications/sofa/2008/es/
www.grain.org/article/entries/4095-veinte-anos-en-que-las-agroindustrias-han-devastado-los-sistemas-alimentarios
www.grain.org/article/entries/1155-el-poder-corporativo-los-agrocombustibles-y-la-expansion-de-las-agroindustrias
www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/123/los-biocombustibles
Maiz transgénico en México – Una infografía creada por Contralinea y difundida por Tierra Fértil