Este portafolio fotográfico explora como la comunidad de El Bosque ha sido devorada por la erosión marina causada por el cambio climático. Sus habitantes han visto como el mar avanza hacia ellos, inexorable, destruyendo sus casas, robándoles su pasado, su modo de vida y dejándolos con un futuro incierto.
Texto y fotos: Gustavo Graf / Pie de página
TABASCO.- «Aquí estaba mi casa, mis hijos y mis nietos nacieron aquí», dice Antonio Merlin, pescador de 55 años y fundador de El Bosque.
El Bosque es un pueblo que se encuentra en en la costa del estado de Tabasco, en una delgada franja de tierra ubicada entre la desembocadura del Río Grijalva y el Golfo de México. Fue fundado hace unos 50 años por gente que venía de los Tuxtlas, en Veracruz, y que encontró su hogar en este lugar. Hasta hace cinco años vivían ahí unas 90 familias dedicadas a la pesca, en casas construidas con el esfuerzo de años, y el mar estaba a mil 500 metros de distancia de la última calle del pueblo.
En 2019, las familias se dieron cuenta que el mar avanzaba hacia ellos. Cada ciclón, cada norte acercaba más el agua a sus puertas y no retrocedía como antes. Las olas rompían en las paredes de sus casas y erosionaban los cimientos hasta que, una a una, fueron destruídas.
En noviembre de 2022, los pobladores lanzaron un grito de auxilio. Durante una conferencia de prensa denunciaron la falta de apoyo del gobierno mientras sus casas eran arrasadas por la erosión marina causada por el cambio climático. Pedían una reubicación para la comunidad ante la realidad que los azotaba: tenían que dejar sus casas, abandonar el lugar donde habían nacido sus hijos y donde estaban todos sus recuerdos y sus experiencias. Seguir viviendo ahí era imposible.
La burocracia gubernamental reaccionó tarde y se mueve lento. Con poca ayuda del gobierno municipal, pasaron meses después del llamado de la comunidad para que el Congreso del estado y la Sedatu por fin liberaran recursos y un terreno para la reubicación de El Bosque. Pero el terreno luce abandonado y sin avance en las obras de construcción de las nuevas casas.
Hoy solo queda una docena de familias viviendo en la comunidad, en casas improvisadas de lámina, sin agua potable ni servicios. Quieren mantener su modo de vida como pescadores, pero no saben si eso será posible después de que abandonen El Bosque.
La temporada de huracanes y ciclones de este año está encima y los habitantes que aún están en la comunidad tienen miedo. Una tormenta más y tendrán que abandonar todo para salvar la vida.
También la temporada de pesca es cada vez peor. Hace unos años les permitía generar lo suficiente para vivir todo el año y ser una comunidad económicamente autosustentable. Ahora tienen que salir más lejos en sus lanchas y estar más tiempo en el mar para capturar los suficientes peces para ganar un poco de dinero. Las familias que están desplazadas ahora pagan renta en las colonias cercanas, Rovirosa y La Victoria, o en la ciudad de Frontera.
A pesar de todo, la comunidad de El Bosque es una comunidad llena de vida que encontró en la organización interna la fuerza para ser escuchada. Si no hay final feliz para este pueblo, su lucha por una salida digna continúa.
Para el gobierno esta experiencia representa la oportunidad para establecer un protocolo piloto para los desplazados climáticos en México. Vendrán muchos más