19 trabajadores del C4 de León positivos de COVID-19: no fue fiesta, hubo negligencia institucional
Por Martha Silva /PopLab, 1 de junio de 2020
Ante una ausencia total de medidas oportunas de contención, un brote de COVID-19 se extendió en el Centro de Cómputo, Comando, Comunicaciones y Control de la Secretaría de Seguridad Pública de León desde el pasado 8 de mayo, hasta llegar a 19 empleados afectados este domingo, 3 semanas después.
Los afectados se sienten abandonados por sus jefes y traicionados por el municipio al que han servido, al divulgarse versiones de que se contagiaron “en una reunión privada”, situación que rechazan tajantemente. Aseguran que lo que quiere el municipio es eludir la responsabilidad sobre los contagios ocurridos mayormente en el sitio de trabajo.
Los trabajadores, que compartían espacios contiguos y uso de diademas y teclados, fueron advertidos por su coordinadora, Ana Laura Cruz Gaytán, directora de operaciones, de no acudir a realizarse pruebas si ella no las autorizaba.
Los trabajadores que comenzaron a sentir los síntomas del padecimiento, además de ser ignorados por sus superiores, no lograron recibir atención de las instancias de salud pública en el municipio, lo que llevó a una de las afectadas a escribir con desesperación al gobernador del estado, a una senadora panista y a un diputado local, sin embargo la desatención continuó.
A raíz de la comunicación por chat con el gobernador del estado, se tomaron medidas para sanitizar las instalaciones del C 4, aunque ya era demasiado tarde.
Carem Ayala Afanador, con una antigüedad de 7 años como operadora telefónica, fue contemporánea de Diego Sinhue Rodríguez Vallejo en la carrera de derecho en la Universidad De La Salle Bajío. Por ello se sintió con la confianza de escribirle un mensaje directo a su teléfono, no hubo otra respuesta que las burocráticas del staff del gobernador: “Te agradecemos y estamos para servir”; “Tu reporte fue canalizado”.
Al empeorar sus síntomas, ella debió movilizarse por sus propios medios al Hospital de las Joyas para hacerse la prueba y, posteriormente, se atendió con un médico particular pagando de sus recursos, lo mismo que ha ocurrido con otros de sus compañeros.
La directora del área se hizo presente en un chat colectivo con sus empleados hasta el 29 de mayo, cuando el tema ya había sido abordado en medios de comunicación, para “ponerse a las órdenes” y pedir que continuaran con las medidas de contingencia instrumentadas desde marzo, las cuales nunca incluyeron protocolos para evitar el uso de los instrumentos de trabajo compartidos, como diademas, teclados y teléfonos, además de escritorios de trabajo contiguos.
Para ese momento no solo se había hecho público el brote, sino que la presidencia municipal a través del síndico Christian Cruz Villegas había salido a medios de comunicación con declaraciones que no solo Carem, sino otros colegas, consideran una mentira, una ofensa y un intento de desprestigio que no se merecen, después de sus años de servicio hacia el municipio.
El jueves 28 de mayo, el síndico aseguró que el contagio de 14 trabajadores ocurrió en una reunión fuera de su horario laboral: “desafortunadamente bajaron la guardia en una convivencia privada, algunos compañeros en una reunioncita y lo que ocasionó fue precisamente esto”, según consigna un diario leonés. El funcionario añadió: “fue un acto de irresponsabilidad pues se debe predicar con el ejemplo.”
Carem interpeló directo en el Messenger de Facebook a Christian Cruz Villegas: “¡Qué falta de ética de su parte, ¿has leído el decálogo del servidor público? Sabes que uno de los valores éticos es conducirte con honestidad? Lo estás practicando? Te invito a que si nos vas a sancionar a nosotros, trabajadores del C4 también te prepares para la demanda por daño moral xq como tú estás afirmando llevas la carga de la prueba, vale? Te anexo mi currículum por si tienes alguna duda de quien soy y si tienes dudas, de si me gusta andar en fiestas, márcame y lo aclaramos, ahí está mi teléfono.”
Por supuesto, el reclamo quedó sin respuesta.
Indignación y molestia
“Me siento muy molesta” dijo Carem con poco más de un murmullo, al acceder a conversar con POPLab sobre la situación que priva al interior de C4, donde, para la noche del domingo 31 de mayo se habían detectado -internamente- 19 contagios de COVID-19, entre telefonistas y personal de cabina.
La joven tomó literalmente aliento para contar su experiencia luego de resultar contagiada, en primer lugar para negar que fuera “por haber asistido a una fiesta” como lo han querido asegurar, lo cual le parece tristísimo e indignante, tomando en cuenta que hay jefes que ni siquiera “creen” en que exista la enfermedad del COVID, y atribuyen las quejas y los peticiones de reforzar las medidas como simples deseos de “sembrar el pánico”.
Del director del C4, Víctor Aguirre Zúñiga, no puede hablar, ya que este no se ha presentado en las oficinas “desde marzo”, la que “lleva la batuta” es la subdirectora, Ana Laura Cruz Gaytán.
Según el testimonio de Carem, a nadie del personal de C4 han descansado, como sí ha ocurrido en otros trabajos, en que se busca desaforar los lugares de trabajo para disminuir el riesgo de contagio por la cercanía, más aún, comenzó a haber contrataciones en pleno inicio de la cuarentena (a mediados de marzo), fueron más de 70 personas que se integraron en esos días.
Para dar la capacitación, algo de lo que personalmente se encargó Carem, de tres a cuatro aprendices se apretujan alrededor de el/la instructora, que tiene que compartir, en ese momento y posteriormente, entre turnos, diadema para contestar las llamadas, de las cuales, según su testimonio, solo hay 3, así como teclados, sillas, escritorios y cualquier superficie alrededor de su área de trabajo, de por sí reducida, entre los seis turnos diarios.
“En lugar de separar los escritorios, ¡los juntaron!, para meter a toda esa gente nueva”, contó, la distancia que separa las sillas es de unos cinco centímetros.
Tan solo el turno nocturno, según esta versión, hay de 18 a 19 personas en la misma oficina, casi codo con codo, además de la coordinadora y su segundo/a en un área tan pequeña. “Desde ahí es una negligencia”.
Ignoran síntomas de los trabajadores y no pueden hacerse la prueba
El viernes 8 de mayo el conteo de casos COVID-19 reportó que en el estado había 538 casos confirmados y 52 defunciones. Ese día, en León había 142 contagios y 5 decesos. Fue entonces cuando Carem recibió la primera información de una compañera que tenía, para entonces, el diagnóstico confirmado de COVID-19, mas había inquietudes entre el personal, al conocerse que el pago de la incapacidad sería del 60 por ciento, ya que no se estaba considerando esta enfermedad como un riesgo de trabajo.
La persona del primer contagio le habría comentado a su coordinadora que tenía síntomas, fiebre de 40 grados, pero aún así tuvo que asistir y cumplir todo el turno. No dejan faltar a nadie mientras no tenga resultados de prueba de COVID-19, porque de otro modo, el descuento por falta en fin de semana lo cuentan como por 4 días.
Ella misma, cuenta, fue con fiebre el sábado 15 de mayo. Pero el primer síntoma de que algo no iba bien fue el salpullido que le salió en el cuerpo y al acercarse a un paramédico del área le explicó sus temores de que fuera COVID, sin embargo, este de momento lo descartó, pues sospecharon que había sido una intoxicación por alimentos, pero para el martes 19 la fiebre ya era mucha, dolor de huesos, por lo que internamente llegó a la conclusión de que se había contagiado y compartió con su coordinadora sus temores. Esta los desestimó: “Eso (del COVID) para mí no es cierto, eso es una estrategia del gobierno”, ante la sorpresa de Carem, que le cuestionó cómo podía decir eso si para entonces ya había seis personas con diagnóstico confirmado.
Aunque algunos trabajadores han querido realizarse la prueba para descartar el contagio, no son libres de acudir a alguno de los módulos que el Municipio ha puesto a disposición de la población para hacer las pruebas rápidas, ella acudió el 22 de mayo, por iniciativa propia, y una vez que dio su nombre y le pidieron su cargo, la trabajadora de salud que la atendía tuvo que realizar una serie de llamadas para que fuera autorizada. Tras definir a sus contactos que estaban en riesgo, como su esposo y sus hijos, “Nunca me preguntaron si alguna vez estuve en alguna fiesta”, como quiere hacer creer el municipio.
Su esposo sí se contagió, sin diagnóstico pero con todos los síntomas, como ella, sus hijos están con familiares y sin síntomas. Otros familiares de Carem han mostrado síntomas, y al estar en el rango de población de riesgo, existe el temor fundado de que su condición pueda complicarse.
“Mexicanazo” sanitizante
La joven también aseguró que el túnel sanitizante de la entrada era, en parte, “hechizo”, pues se usaba con un garrafón de agua y cloro, y un botón que cada persona presionaba para ser rociada con la mezcla, incluso encima de la ropa. Todos utilizaban el mismo botón para activarlo, sin que hubiera quién lo limpiara entre persona y persona. Esto, aseguró, duró solo dos días y luego se descompuso.
También denuncia que el termómetro eléctrico con el que se toman la temperatura al inicio de la jornada lo manejan entre ellos mismos, igual, sin sanitizarse entre uso y uso. O al menos así era hasta que ella dejó de asistir. El último sábado que asistió a trabajar llegó a haber 88 llamadas de la población en espera, porque los telefonistas no se daban abasto.
Su esposo fue por ella para llevarla al Seguro. “Él, al verme salir del C4, me dijo ‘Te van a intubar’ y se puso a llorar”, y prefirieron irse a su casa en lugar de exponerse, al lunes acudió a su médico familiar y ahí fue atendida. En el Triage respiratorio tardaron 3 horas en atenderla y aún hubo reticencia de su médica familiar para otorgarle la incapacidad.
Por lo pronto, Carem ha tenido que recurrir a un médico particular, quien es quien le está brindando un tratamiento que ella misma costea, pero quien le ha advertido que no debe descuidarse, está en serio riesgo de que su falta de oxígeno se complique.
Conforme han pasado los días más y más testimonios se conocen en los chats internos del C4, sin embargo, las amenazas contra los trabajadores les han puesto mordazas para no hablar, pese al temor generalizado de contagiarse no solo ellos, sino a sus familias.
Sin embargo, Carem se vio tan cerca de la muerte que ha renunciado al silencio.
Acudió con diferentes instancias, ya que su jefa directa “no cree” en la gravedad del COVID. Sus solicitudes de ayuda fueron a lo más alto: el gobernador Diego Sinhue Rodríguez, quien fue compañero de una generación en la universidad, esta denuncia llevó, según le comentaron sus compañeros, a que se reforzaran las medidas de prevención: colocaron “vasitos con gel antibacterial” en las áreas de trabajo y colocaron tapetes sanitizantes a la entrada.
La joven trabajadora también acudió a Rolando Alcántar, diputado Local por el Distrito VII en León, y a la senadora Alejandra “La Wera” Reynoso, en el mejor de los casos, con mensajes de solidaridad. O el silencio.
Quejas reiteradas con perfil bajo
“Por más que les pedimos que nos hagan la prueba no quieren hacerla, porque prefieren que vayamos enfermas y contaminar a más personas que quedarse sin gente, lo malo es que ya somos muy pocos y es muy pesado”, es el testimonio de otra persona en la captura de pantalla de un chat que Carem compartió con este medio.
Un segundo testimonio, de otra trabajadora que apenas el sábado dio positivo a COVID, quedó trunco cuando no respondió a la llamada ya pactada con POPLab, según Carem, porque tuvo un episodio de dificultad para respirar y acudió a atenderse al hospital. No hubo oportunidad de confirmar esta información con esta persona.