LAS NIÑAS Y NIÑOS TRANS, NO EXISTEN PARA LA SOCIEDAD Y EL ESTADO MEXICANO
Imagen tomada de: www.zonadocs.mx
Ximena Torres, Sebastián Sánchez, Daniela Luna y Arianne Chévez / Zona Docs
A las niñas y niños en México, históricamente, se les ha negado el poder decidir sobre su identidad de género. Los adultos consideran que no tiene conciencia ni capacidad para tomar esta decisión.
Quien también decide por ellas y ellos, es el Estado Mexicano porque, a la fecha, no existen leyes que reconozcan los derechos de las infancias trans, lo cual afecta todos los ámbitos de la vida de quienes se reconocen a sí mismos con un género diferente al que les fue asignado al nacer.
En México, sólo se puede ser niña o niño. La transexualidad, como una opción de identidad de género, no existe dentro de un sistema jurídico; en consecuencia, para niñas y niños trans no hay posibilidad de elegir y, mucho menos, el derecho que les garantice esa opción.
Socialmente hablando tampoco hay aceptación ni comprensión sobre la diversidad sexual, la cual incluye infinidad de manifestaciones cuyo centro reside en poder ser quien se desea.
A León Alexander, de 19 años; André, también de 19, e Itzel Adriana, de 21, fueron tres de esos niños a los que se les negó la opción de decidir su identidad de género a temprana edad.
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En el caso de León, él recuerda cómo a sus cuatro años siempre completaba la frase: “cuando yo nazca niño…”, con todas las cosas que quería hacer.
Itzel Adriana, en cambio, jugaba a las muñecas y prefería los vestidos de sus primas en lugar de la tejana y pantalones que le ponía su papá.
André optaba por usar playeras, short y tenis cuando era pequeño, aunque su clóset estaba lleno de vestidos.
Para sus familias y el resto de la sociedad, no siempre fueron los hombres y mujeres que son ahora. Cuando a los tres les aclararon que el cuerpo con el que habían nacido les dictaba un camino diferente al que querían, se sintieron incómodos, incluso, llegaron a pensar que algo estaba mal en ellos y ellas.
Ese sentimiento llevó a León a pedirle a Dios, cuando estaba en la primaria, que le permitiera despertar con su cuerpo real. Sí con aquel que él se veía y sentía; sin embargo, tuvieron que pasar varios años para que entendiera que el sexo de su cuerpo no tenía nada que ver con su identidad de género.
Fueron años de autoconocimiento, pero también de mucha violencia.
A León su papá lo corrió de la casa muchas veces siendo menor de edad, después, en la preparatoria, lo inscribió a una escuela católica para que lo “reformaran”, sin importar lo que fuera necesario.
André también sufrió en esa etapa y vivió muchos momentos deprimido en su cuarto, recuerda que en el colegio no podía ir al baño porque no era aceptado en el de hombres ni en el de mujeres.
Finalmente, a Adriana su papá la corrió de la casa a los 17 años, después de darle una golpiza por ser afeminada y verse como mujer.
HORIZONTES Y SIGNIFICADOS DE VIDA PARA LA COMUNIDAD TRANS EN MÉXICO
La esperanza de vida de las mujeres trans oscila entre los 30 y 35 años de edad, esto conforme a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), si esto se compara con la media mexicana de vida que es de 71.5 años, de acuerdo al Consejo Nacional de Población; una mujer trans en el país sólo puede aspirar a vivir la mitad de esa vida.
Por si esto fuera no poco, las mujeres (53.3%) y hombres trans (40.9%) en el país son los grupos de población a los que más se les han negado injustificadamente sus derechos por su identidad de género; así lo comprobó la Encuesta sobre Discriminación por Motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género 2018 (ENDOSIG), realizada por el INEGI.
Sin embargo, el estigma y la discriminación que padecen las personas trans se hace más grave cuando se habla de la niñez, así lo considera Edgar Rosales, sexólogo por el Instituto Mexicano de Sexualidad (IMESEX) y director de la organización tapatía Familias en la Diversidad (FADIS); esto sucede así debido a la ignorancia sobre los diferentes conceptos de la sexualidad y una visión “adultocentrista”, se cree que los y las menores no tienen capacidad de elección sobre sí mismos.
“La niñez trans sigue estando en una situación de mucha mayor vulnerabilidad que la de los adultos y adultas trans. No hay una cartilla que reconozca específicamente sus derechos. El cambio de reconocimiento que existe a nivel legal sólo es para mayores de edad. Además, muchos profesionales no reconocen que la identidad de género en la niñez es una realidad”, explica Edgar.
Según el sexólogo, para entender esa realidad y la situación de la comunidad trans es necesario diferenciar cinco conceptos básicos de la sexualidad que están presentes durante toda la vida de los seres humanos: sexo, género, identidad de género, orientación sexual y expresión de género.
Ser conscientes de que el sexo es hormonal, gonadal y no tiene relación con ninguno de los demás conceptos, es la clave para entender que una persona puede haber nacido con ciertos órganos, pero su reconocimiento personal es independiente de ellos. Al igual que su género, orientación y expresión.
Edgar Rosales explica que los elementos básicos que conforman la sexualidad humana están presentes desde el nacimiento, pero que cuando éstos se manifiestan de manera distinta a lo que la sociedad impone como “normal“, las personas se confunden o entran en conflicto y terminan por creer que el reconocimiento de los integrantes de la comunidad LGBTTTIQ+ sobre sí mismos es incorrecto; tal y como alguna vez se los dijeron a León, Andre y Adriana cuando eran niños.
La ENDOSIG también señala que casi la mitad de los hombres y mujeres trans encuestados (49.1%), identificaron su identidad de género no normativa durante la infancia.
Además de esto, los niños y niñas están sujetos a las expectativas que sus padres y tutores tienen sobre sus cuerpos y vidas. A veces, desde antes de su nacimiento, en forma de fiestas de revelación de sexo en las que el rosa y el azul inundan los espacios.
Las expectativas son una carga muy fuerte para los y las menores y, muchas veces, se vuelve la primera manera de reprimir su identidad de género, lo cual genera que las personas vivan una autodestrucción, procesos de depresión, situación de calle e, incluso, suicidio.
“Cargar a mi hijo con expectativas fue algo que yo viví. Nació y como mamá ya me lo había imaginado a los 20 años, ya sabía qué iba a estudiar, a lo que se iba a dedicar, si iba a tener hijos. Hice la historia sin darle oportunidad de elegir nada. Ese era mi problema y fue el duelo más difícil cuando él empezó su transición a los 17 años”, cuenta Lourdes Castellanos, mamá de André.
Ella y su esposo Fausto reconocen que no sólo Andre transicionó, sino que también ellos pasaron por un proceso lleno de emociones complicadas para comprender la situación de su hijo y poder darle todo el apoyo que necesitaba. “Cuando nos dijo que era un hombre trans nosotros ni siquiera sabíamos lo que eso significaba”, recuerda Fausto.
Pero este caso es extraordinario, explica Izack como hombre trans y presidente de Impulso Trans A.C., una asociación que trabaja en pro de los derechos de esta comunidad en Guadalajara.
La habitual incomprensión del tema por parte de los papás y mamás, provoca que las niñas y niños trans no tengan un espacio seguro en casa y sean víctimas de violencia psicológica, económica y hasta física. Además de tener que enfrentarse a las instituciones en soledad.
Los datos de la ENDOSIG 2018, muestran que tener una identidad de género no normativa produce mayores niveles de rechazo familiar respecto a una orientación sexual diversa. Además que los padres y madres son quienes más rechazan o se disgustan, con 69.3% y 63%, respectivamente.
EN JALISCO, LEGALMENTE, LAS NIÑAS Y NIÑOS TRAS NO PUEDEN TENER IDENTIDAD
En México, los niños y niñas no pueden rectificar su identidad de género ante instancias legales. A pesar de que la Corte Interamericana de los Derechos Humanos declarara en su Opinión Consultiva OC-24/17, que:
“en lo que respecta a la regulación de los procedimientos de cambio de nombre, adecuación de la imagen y rectificación de la referencia al sexo o género, en los registros y en los documentos de identidad, los niños y las niñas son titulares de los mismos derechos que los adultos y de todos los derechos reconocidos en la Convención Americana”.
Lo más cercano a lo que señala la CIDH en México, es una iniciativa presentada en la Ciudad de México en noviembre de 2019, que quedó en pausa después de que la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, sugiriera una revisión de organismos internacionales.
Edgar, León, Adriana, Andre y toda la comunidad trans en Jalisco, no sólo tuvieron que esperar a ser mayores de edad para pedir el levantamiento de una nueva acta de nacimiento, sino que además tuvieron que viajar a la CDMX para hacerlo.
El Código Civil del Estado de Jalisco no contempla el procedimiento y, en consecuencia, atenta contra todos los demás derechos de las personas.
“El niño trans más chiquito que yo conozco tiene ocho años, que tenga que esperar hasta los 18 para que el gobierno diga ‘ah sí, sí eres válido’ no está bien. A mí me pesó es tiempo que esperé y fueron dos años. Si hubiera podido, hubiera hecho el cambio antes”, cuenta Andre.
Según Izack sí han habido propuestas para legislar el tema en el estado, pero a los representantes del Congreso de Jalisco les falta voluntad política para sacarlas del congelador.
Esto provoca dos escenarios violatorios de derechos humanos de la comunidad trans, pues quienes no tienen recursos para viajar a la Ciudad de México no tienen acceso a una identidad de género con reconocimiento legal; mientras que quienes sí pueden hacer esa travesía y obtienen el reconocimiento legal no lo pueden hacer válido en Jalisco, ya que aquí se enfrentan a señalamientos y humillaciones en cada institución pública a la que tiene que ir para homologar sus dos actas de nacimiento.
La familia de André tuvo que demandar a uno de los Registros Civiles de Guadalajara y presentar una queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco (CEDH), para que aceptaran la rectificación de su acta. Eso hizo que el costo de todo el trámite (el viaje a la CDMX y los abogados en Jalisco) se elevara de 4 mil hasta 12 mil pesos.
Otro caso es el de León Alexander, que ha perdido dos cuatrimestres de su carrera en psicología porque el bachillerato en el que estudiaba no ha emitido su nuevo certificado de preparatoria.
En cuanto a los servicios de salud para someterse a un tratamiento hormonal o una cirugía de reasignación de sexo, las instituciones públicas también han sido omisas en la atención tanto a adultos y adultas como niños y niñas.
En 2018 Impulso Trans y FADIS promovieron en conjunto el “Protocolo para el Acceso sin Discriminación a la Prestación de Servicios de Atención Médica de las Personas Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Travesti, Transgénero e Intersexual y Guías de Atención Específicas”.
Aun después de esto, las organizaciones jaliscienses han registrado casos en los que se le niega el servicio a la población trans, se demora el tratamiento solicitado hasta dos o tres años o se les dirige a las personas a psiquiatría, esto a pesar de que la Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la transexualidad como una enfermedad desde 2018.
“Como el personal de salud no conoce el protocolo, es casi de suerte que no te toque un doctor que piense en la identidad de género como una enfermedad. Por eso el acompañamiento médico que ofrecemos en FADIS e Impulso Trans es sobre todo en el ámbito privado” explica Edgar.
Una persona que sigue al pie de la letra el tratamiento hormonal y va al médico con regularidad puede gastar hasta tres mil pesos cada tres meses, como la familia de Andre.
A otras mujeres y hombres no les queda más que asumir el riesgo de automedicarse para gastar menos dinero. En ambos casos, los servicios de salud pública son los que deberían de solventar el costo de las transiciones y dar el seguimiento médico necesario derivado del uso de hormonas. Por ejemplo, cuidar la reacción que pudieran tener en combinación con otras medicinas o indicar la reducción de ingesta de alcohol.
El avance para visibilizar a la comunidad trans mexicana es lento en todos los ámbitos.
Ante ese escenario, los derechos de niños y niñas quedan en una situación muy vulnerable, donde las organizaciones de la sociedad civil y las familias que transicionan para apoyar a sus hijas e hijos son la opción para este sector de la población hasta ahora ignorado.