Mujeres en situación de violencia, más vulnerables por la contingencia del COVID-19
Majo Andrade / Lado B
En la contingencia por el coronavirus, así como en cualquier momento de crisis generalizada, las mujeres son más vulnerables a sufrir violencia en el entorno doméstico, de índole sexual –sobre todo si son niñas y adolescentes–, y a que recaiga en ellas el trabajo doméstico no remunerado.
Así lo han señalado la ONU Mujeres y el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres). Igualmente, han recalcado que la contingencia tiene un impacto diferenciado en las mujeres, por lo que las medidas ante el COVID-19 deben tomar un enfoque de género. Especialmente, deben tomar en cuenta la mitigación de la violencia de género que se multiplicará debido a las circunstancias de la pandemia.
Fernanda Quezada, del colectivo Reconstruyéndonos como mujeres (Recomu), quien acompaña a mujeres que han vivido violencia, explica en entrevista para LADO B que la contingencia sanitaria afecta diferenciadamente ante cualquier desigualdad, no solo la de género. Sin embargo, esta última es potenciada porque en México existe una crisis que no se ha podido erradicar: la violencia feminicida.
En Puebla, de 2013 a 2019 se han perpetrado 460 feminicidios. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2016, en Puebla, 44.3% de las mujeres de 15 años y más han sido violentadas por sus parejas –43.9% lo han sido a nivel nacional–.
Así, la violencia feminicida se compone de otras como la de pareja, la familiar, la sexual y la económica, y el encierro domiciliario multiplica las circunstancias en las que se desarrollan.
El contexto del COVID-19 y la violencia en lo doméstico
El ciclo de la violencia doméstica (de pareja o familiar) se compone básicamente de: una acumulación de tensión, un estallido de violencia y una luna de miel –donde todo parece ser perdonado y que no hay violencia–; luego este ciclo se reinicia. Cada etapa tiene sus elementos y problemáticas particulares dependiendo de las características de la víctima, agresor y el contexto.
Sin embargo, la pandemia de coronavirus afecta cada una de las etapas del ciclo.
“Primero que nada, lo que influye es el tiempo que se pasa con el agresor”, explica Quezada. Esa convivencia hace que haya más posibilidades para la víctima de ser violentada.
A eso, se le suma que “hay una tensión elevada, por el miedo, la incertidumbre, la pérdida de trabajo. Y en general todo el movimiento emocional que implica una crisis”. De esta manera, los estresores externos específicos de todo lo que se está viviendo a raíz de la contingencia hacen que haya más tensión acumulada en menor tiempo, lo que hace más frecuentes y de mayor intensidad los estallidos de violencia, y que, por último, la etapa de la luna de miel dure menos.
El confinamiento en el hogar también provoca el aumento de la violencia sexual, específicamente la ejercida hacia niñas y adolescentes –que estadísticamente son las más vulnerables a este tipo de violencia–, pues los principales agresores suelen ser los mismos familiares que viven en la casa: padres, hermanos, primos, abuelos, tíos.
A todo ello, se suma la violencia ejercida a través de estereotipos que hacen que las mujeres se ocupen de la mayor parte del trabajo doméstico, que no es remunerado. Tanto en aislamiento como si no, esto hace que se trabajen jornadas extras, afectando a la salud física y mental.
Y también no se puede olvidar que las mujeres son más vulnerables económicamente, especialmente porque son las que más trabajan en la informalidad. Esto provoca que no tengan prestaciones, como seguridad social, ni independencia económica, lo que, específicamente en un contexto de violencia, hace que esta sea más difícil reconocer y poder salir de la misma.
¿Qué hacer ante la violencia durante el aislamiento?
En primer lugar, se tiene que reconocer que lo que se está viviendo es violencia, que va a aumentar en cualquier momento debido al aislamiento, y no minimizarla por causas externas.
“Se puede llegar a pensar: ‘Ahorita está muy tenso por el coronavirus’; ‘está asustado’”, explica Fernanda Quezada.
Junto a reconocerla está el validar lo que se siente al respecto, ya sea enojo, tristeza, miedo. Al ser consciente de esas emociones, se les recomienda a las mujeres en contexto de violencia que establezcan un plan de seguridad y de acción para salir de la situación de violencia.
Idealmente el plan de seguridad implica una red de apoyo que puede estar compuesta por amigas, familiares, vecinas y/o compañeras de trabajo que estén al tanto y al pendiente de la situación; y que ante cualquier eventualidad puedan brindar apoyo – como un refugio temporal, la ayuda de autoridades o cualquier tipo de cosa que necesite la mujer violentada–.
Con o sin esta red, también se puede buscar el acompañamiento de colectivas, asociaciones o autoridades, que pueden ayudar para un plan de acción y seguridad e, incluso, intervenir.
En Puebla, puedes comunicarte para pedir ayuda a través del Facebook de: El Taller A.C.; o el Albergue Xochipaltic, que depende de la colectiva feminista Coatlicue Siempre Viva. O a las líneas de emergencia estatales: 911 Telmujer y 222 232 3738.
Si quieres denunciar que una niña o adolescente está en situación de violencia, puedes hacerlo directamente al DIF estatal: 222229 5200 ext. 5237. O denunciar anónimamente cualquier tipo de delito al 089.
A nivel nacional, también puedes marcar a la Red Nacional de Refugios 800 822 4460 o a la línea sin violencia 800 108 4053.