Crónica: El otro 8 de marzo en Oaxaca, el que no fue convocado por partidos ni organizaciones

Avispa Midia / Texto por Samantha Demby, fotos por Laura Krasovitzky.

A diferencia de años anteriores en que se ha reivindicado el día 8 de marzo, el cambio en la atmósfera de la capital oaxaqueña fue palpable, no sólo la marcha que dio inicio por la mañana, sino también en los meses anteriores, tanto en Oaxaca como en todo México.

Bajo el despiadado sol de la Cuaresma oaxaqueña, pequeños grupos se reunieron en parques y mercados: abuelas en duelo por sus nietas asesinadas, estudiantes denunciando a sus profesores por acoso, miembras de colectivos de autodefensa. Llevaban huipiles morados, pañuelos verdes y capuchas negras. Llevaban cruces con nombres pintados, protocolos de cuidado colectivo y cubetas de engrudo para pegar carteles.

Dadas las tres de la tarde, grandes grupos se dirigieron al Panteón General donde mujeres de diversas edades y expresiones de género entonaban consignas y desplegaban pancartas. Para muchas fue su primera manifestación y llegaron en respuesta a esta convocatoria lanzada, no por partidos políticos, ni sindicatos u organizaciones privadas, sino por “mujeres organizadas y autónomas… sin logos, sin voceras, sin líderes”.

En los últimos meses se fue fraguando este movimiento intenso contra la violencia de género que se ha propagado como fuego por todo el país, alimentado por los casos de Ingrid Escamilla, Fátima Cecilia Aldrighetti y tantos otros. En Oaxaca, las luchas prolongadas por parte de las familias de víctimas como Dafne Denisse Carreño Bengochea y María del Sol Cruz Jarquín están creciendo a través de la participación de mujeres indígenas y trans, artistas que exigen justicia por el ataque contra la saxofonista María Elena Ríos y estudiantes que denuncian el hostigamiento sexual en sus preparatorias y universidades.

Cuando la marcha pasó por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), la rabia se desbordó. Jóvenes encapuchadas prendieron fuego en la calle, rompieron ventanas y cubrieron las paredes con mensajes culpando a la institución de encubrir los repetidos casos de acoso, hostigamiento sexual, amenazas y agresiones físicas por parte de profesores y autoridades universitarias.

Las alumnas del Sistema de Colegio de Bachilleres del Estado de Oaxaca (Cobao) también alzaron sus voces para denunciar casos de acoso sexual en los planteles de Tlaxiaco, Huatulco, Pueblo Nuevo y Nazareno. Recordaron que el 5 de marzo, alumnas del plantel “Nazareno” del municipio de Etla se enfrentaron a su profesor de informática, a quien acusaron de acoso a través de mensajes y redes sociales. Aunque el maestro fue cesado temporalmente debido a acusaciones en el 2019, fue reincorporado este año, pero la policía estatal lo detuvo el pasado jueves.

Para una estudiante de filosofía de Oaxaca, esta marcha del Día Internacional de la Mujer se destacó por una asistencia mucho mayor y más diversa que en años anteriores: “Se han sumado un montón de sectores de la población que antes no se veían …. En un principio eran más mujeres de clase media y ahora también se han sumado más de clase baja y más de clase alta”, dijo en el zócalo, el destino final de la marcha.

Mientras un círculo de mujeres danzaba con tambores y antorchas, agregó: “He visto a muchas amigas que antes decían, ‘No, es que las feministas son radicales’, y ahora dicen, ‘machete al machote’”. Atribuye este cambio a la labor de conciencia que muchos colectivos han venido realizando en los espacios comunitarios y a través de las redes sociales donde comparten folletos y videos que enfatizan la violencia de género.

Doña Elena, que asiste por primera vez a la marcha del 8 de marzo, fue motivada a unirse por el miedo que siente cuando camina sola a casa por la noche desde uno de sus varios trabajos que ha tenido. También marcha por la pérdida reciente de su nieto, un acontecimiento que ella describe como, “una situación muy difícil”: “Es un dolor muy grande que no tiene explicación. Por eso me gusta apoyar”, enfatiza.

Este dolor emanaba de la multitud que se extendió por cuadras y cuadras, pero también lo hizo el compromiso colectivo de sentar las bases de una sociedad en la que las mujeres y las personas de género no binario puedan realmente florecer. Cuando las manifestantes hablaban de sus experiencias con la violencia de género, se les aseguraba que no estaban solas, que estaban acompañadas por una manada cada vez más fuerte y mejor organizada.

Mientras me alejaba del zócalo, la fatiga se apoderó de mí, al igual que un asombro del pequeño mundo que se había creado durante una tarde en el centro de la ciudad de Oaxaca. Al principio fue chocante ver a los hombres. Sentí el deseo de retroceder una o dos horas. Pero igual de fuerte era la sensación de que las mujeres a mi alrededor -muchas de las cuales todavía llevaban sus cintas y paliacates- eran cómplices; que la energía generada no terminaría con el 8M o el paro del lunes, sino que viajaría de vuelta con cada participante a sus barrios y pueblos para seguir extendiéndose a través de una ciudad y un estado que ya han cambiado.

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