Y rompimos el cerco… con el ruidero colectivo: presentan nuevo disco para apoyar la construcción de los CRAREZ

Foto: Colectivo Grieta

Ciudad de México, 29 de febrero / Colectivo Grieta

El sábado 29 de febrero se presentó el disco “Y rompimos el cerco” para el cual varios grupos de música tradicional donaron su trabajo en forma de grabación de una de las piezas que tocan, muchas de ellas legado ancestral de la creatividad de los pueblos originarios de México. Con la venta de este disco colectivo se busca apoyar la construcción de los nuevos CRAREZ (Centros de Resistencia y Rebeldía Zapatista). En el evento se dieron cita grupos de distintas geografías del país cuyo común denominador es la persistencia de la memoria de los pueblos en un mundo en el que la música comercial e importada entra en tensión con las formas de organización de la vida comunitaria.

      Si bien los estilos musicales de los grupos en cuestión son tan diversos como las regiones de donde provienen, todos comparten en su quehacer creativo el interés por conocer, hacer propias y recrear algunas formas de vida distintas de las que ofrece el capitalismo y que están representadas en la música, los instrumentos, la versada, las formas de baile y la organización de los pueblos.  Así, la tarde del sábado, en un espacio enclavado en la colonia Doctores de la Ciudad de México, se pudieron escuchar los sonidos y los pasos de algunos pueblos de la Huasteca (Veracruz, San Luis Potosí, Puebla, Hidalgo), la Tierra Caliente (Michoacán, Guerrero y Estado de México), la Región del Sotavento (Veracruz, Oaxaca) y la Zona Centro del país en un mezcla de ritmos y compases que dan cuenta de la permeabilidad y capacidad de asimilación y mezcla de las culturas originarias.

        El Trío Guajolote conformado por tres jóvenes músicos, algunos de ellos estudiantes de la UNAM, que interpretan sones huastecos con el trío tradicional conformado por el violín, la jarana huasteca, la guitarra quinta huapanguera y el falsete característico de este tipo de música en la voz, fueron los encargados de comenzar con la música después de las palabras que varios de los participantes en este fonograma pronunciaron durante la presentación.

El Trío Guajolote, Foto: Colectivo Grieta
Los Príncipes de Tierra Caliente, Foto: Colectivo Grieta .

Les siguió el grupo de músicos guerrerenses Los Príncipes de Tierra Caliente que mostraron su conocimiento para interpretar el estilo calentano con su violín, guitarra, tamborita y voces. Una de las piezas que interpretaron fue el “Gusto federal”, pieza que se incluye en este disco y que rememora la resistencia popular e indígena contra Maximiliano y las tropas de Napoleón III.

Tyos Kuju’uv es un grupo de la región del Sotavento. Sobre esta música de sonido particular, explican que se ha dicho que es “son jarocho” aunque ninguno de quienes la tocan se refieran a ella así. Por el contrario, los músicos de la región hablan de “música de cuerdas”. Explican que, a diferencia del son jarocho, la música de cuerdas se distingue por no tener versos ya que la voz está más relacionada a la recreación festiva. En cambio este tipo de música está relacionada con ocasiones más solemnes como los velorios de niños o jaraneros. De esta manera también los pasos de baile son distintos pues no se zapatea sino que se baila como una suerte de danzón rítmico que dos compañeras originarias de San Juan Guichicovi mostraron frente al público. De igual manera explicaron la relación que la música tiene con la sanación a partir de los “sones de antigua” que se tocan para ayudar a sanar.

Tyos Kuju’uv, Foto: Colectivo Grieta
Explicando el baile de la música de cuerdas, Foto: Colectivo Grieta

El proyecto musical en el que participan músicos istmeños, guerrerenses y chilangos, La Yerbabuena, puso a bailar chilenas y sones al numeroso público que, por momentos, abarrotó el local donde se realizó la presentación de este disco que tiende un puente, un “acá estamos también”, con la comunidades rebeldes zapatistas que desde su aparición pública en enero de 1994 no han cesado de organizarse, proponer, lanzar inicitivas y luchar contra el olvido, el racismo y por un México que tome en cuenta a los pueblos originarios no como objetos de atención paternalista, sino como sujetos con derechos históricos y culturales sobre sus territorios.

Las versiones de la agrupación Bossanónimos -de voces femeninas acompañadas, violín, guitarra, bajo y cajón peruano- de distintas canciones mexicanas y latinoamericanas fue un remanso que el público, que venía a zapatear, recibió con agrado para inspirarse y armarse de fuerza para el baile.

La Yerbabuena, Foto; Colectivo Grieta
Bossanónimos, Foto: Colectivo Grieta

Por último, La Mixanteña de Santa Cecilia, que se encargó de cerrar el baile, es una banda de viento que toca música de la zona montaña de Guerrero. Es un grupo cuya conformación ha ido variando pero que se mantienen firmes en un proceso de aprendizaje que implica también aprender la organización. Ellos explican las formas en las que las cosas van cambiando en las regiones de donde proviene su música: “Lo que ha ocurrido es que en la región ha cambiado la música, de un año a otro ha cambiado el estilo. Ahora se ponen a tocar con estilo que llaman sinaloense (aunque no es el sinaloense “original”) sino que es música pop. La música de banda es lo que vende y la gente quiere lo que suena en la radio. Los medios hacen que se homogenice la música. Muchos músicos abandonan las chilenas por tocar lo que vende y lo que les deja”. De esta forma explican cómo entienden ellos la relación entre resistencia y la recuperación de otra música: “No se si se llame resistencia pero para nosotros es una forma de mantenernos, creer que podemos seguir continuando tocando esta música.”

Así explican la relación que se ha establecido con la gente de la región, por ejemplo hablan de cómo llama mucho la atención que en la banda haya habido una mayoría de mujeres. Tradicionalmente los roles de género implicaban la participación casi exclusiva de los hombres para la creación de música. Sin embargo estos cambios se han recibido con apertura. Explican que en los lugares donde tocan “Hay pocas bandas de mujeres, pero han sido aceptadas y les interesa cómo hacemos las cosas”.

La Mixanteña de Santa Cecilia, Foto: Colectivo Grieta

A lo largo de la jornada de música este fenómeno de la participación de las mujeres en los grupos tradicionales es notable, pues su presencia en las bandas es una constante que muestra las formas en que algunos de los elementos más tradicionales se van transformando sin dejar de lado su identidad propia.
Pero si la ruptura con los roles tradicionales de género en este espacio es palpable, también es visible la falta de la división entre los grupos de edades distintas, ya que en el evento desde las más pequeñas hasta los de más edad, bailan a un mismo son, aunque cada quien con su manera. Así muestran que la defensa de los espacios de convivencia y alegría son también una forma de lucha por la vida, frente a un sistema de muerte que se trata de imponer por todos lados.

La flexibilidad y capacidad de adaptación también se deja ver en la forma en la que los y las músicos colaboran unos con otros: el violinista de un grupo echa la mano y toca la jarana en otro, quienes cantan en un grupo también tocan la tamborita después. Todos conectan, cargan, bailan y hacen un ruidero que es el ruido del colectivo.
Los de la Mixanteña de Santa Cecilia afirman: “hemos tratado de organizarnos, hemos fracasado y hemos seguido tratando de organizarnos. De acá tratamos de aprender… tratamos de que nuestra organización funcione para la música”. También explican que “dentro de nuestra organización tratamos de convivir con la gente que esta más organizada porque con la que no es un poco más difícil y ya sabemos del trabajo de los compañeros zapatistas y apoyamos casi casi incondicionalmente”.
Así explican que también estar en un grupo ha implicado aprender a hacer comisiones para organizarse de mejor manera: “al principio tratamos que fuera todo parejo pero después aprendimos que se avanza preguntando”.
        Y a este aprendizaje también se suma el de la creación del disco con el que estos 16 grupos se suman al apoyo de la construcción de la autonomía. El disco “Y rompimos el cerco”, en el que todos estos sonidos y experiencias colectivas están capturadas, está a la venta en los Rincones Zapatistas de la República Mexicana con un costo de 150 pesos y todos los recursos recaudados están encaminados a la construcción de los Centros de Resistencia y Rebeldía Zapatista en Chiapas.

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