Mujeres zapatistas enseñan que otro mundo sin feminicidios es posible
El Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que luchan. Foto: Tomada de Twitter @notienlacezap
Neldy San Martín / Proceso
ALTAMIRANO, Chis. (proceso.com.mx).- Florinda es una niña zapatista que nunca ha sentido miedo por ser mujer y en sus 15 años de vida jamás ha escuchado que una compañera del movimiento haya sido víctima de feminicidio.
Nació en una familia zapatista y creció en el Caracol de Jolja en la zona de Palenque, donde trabaja en una radio comunitaria difundiendo el pensamiento anticapitalista y antipatriarcal en la lengua chol.
Desde el pasado 26 de diciembre realiza transmisiones para las mujeres y hombres de su comunidad sobre el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, en el semillero “Huellas del Caminar de la Comandanta Ramona” del Caracol de Morelia en Altamirano, organizado por sus compañeras zapatistas para las mujeres del mundo.
Con el rostro cubierto con un pasamontañas y un paliacate rojo amarrado a su cuello, Florinda cuenta que en los territorios zapatistas no hay mujeres asesinadas por motivos de género, pero que todavía existen diversas formas de machismo que buscan eliminar.
“En los Caracoles no hay mujeres maltratadas por sus esposos, ni asesinadas, porque entre todas nos apoyamos”, dice la niña en español.
“Está prohibido tomar en nuestra organización. En caso de que haya mujeres violentadas zapatistas, a los compas se les castiga, porque nosotras no podemos ser violadas, violentadas, ni nada”, cuenta a esta reportera.
Florinda es de una generación de zapatistas que fueron educados bajo principios de horizontalidad e igualdad entre hombres y mujeres. Su experiencia y la de sus compañeras es la excepción en este encuentro de más de 4 mil mujeres de 49 países, tan diversos como Chile, Alemania, India o Kurdistán.
La mayoría de los testimonios son relatos desgarradores de abusos, violaciones, desapariciones y violencia feminicida, como los de Araceli Osorio, madre de Lesvy Berlín, asesinada en Ciudad Universitaria e Irinea Buendía, madre de Mariana Lima, también víctima de feminicidio.
El objetivo de este campamento zapatista, en el que está prohibido el acceso a los hombres, es que las mujeres del mundo, activistas, familiares de víctimas, colectivos feministas, organizaciones y movimientos sociales, se escuchen, compartan testimonios y estrategias de organización para combatir al sistema patriarcal.
Las mujeres zapatistas pusieron la casa y vigilan el campamento para que no ingrese ningún hombre. Ellas escuchan atentas. Solo tomaron la palabra en la inauguración, cuando la Comandanta Amada dijo que nunca en la historia de la humanidad se había registrado una época tan mortal para las mujeres y que lo más peligroso en el mundo es ser mujer. Por eso convocaron a este encuentro.
Elizabeth, coordinadora zapatatista del segundo encuentro, coincide en que aunque las mujeres pertenecientes al EZLN no sufren la violencia feminicida. Organizan estos encuentros de manera solidaria, porque son mujeres y saben que las mujeres están siendo asesinadas en el mundo por el siempre hecho de ser mujeres.
“Después del primer encuentro nos preguntamos: ¿Será que siguen ahí lascompañeras con su lucecita? Para eso convocamos a este encuentro, para ver si ahí sigue o no, porque nos enteramos que sigue la matazón, sigue la violencia en contra de las mujeres. Por eso decimos, volvamos a encontrarnos y definir algo o sacar propuestas”, explica en la entrada del semillero donde un letrero anuncia: “Aquí no se aceptan hombres”.
“Ayer se dijo de que no nos distingamos, de qué no importa de qué uno sabe más, otra sabe más, lo importante es coordinarnos y organizarnos. Por parte de las mujeres zapatistas, como decimos, no estamos al 100, pero no es porque no están participando las mujeres, no, sí están participando y ya estamos acá, ya están en diferentes cargos. ¿Cómo lo logramos? A través de pláticas, de reuniones, de asambleas, hablando y explicando que como mujeres tenemos los mismos derechos de salir a participar, a organizar, a proponer cómo queremos cambiar este mundo, ese otro mundo posible”, añade.
Sobre si en el movimiento zapatista cabe el feminismo, Elizabeth, quien lleva una palestina morada debajo de los ojos para tapar la mitad de su rostro, dice que ella y sus compañeras han escuchado del movimiento feminista, pero que no puede responder todavía porque están aprendiendo de las otras formas de lucha y que estos encuentros también son para que ellas aprendan de las asistentes.
“Pero aquí estamos en este encuentro porque queremos escucharlas también. Pero dentro de la organización, desde el inicio de este movimiento armado, hubo mujeres que lucharon. De por si el sistema capitalista, patriarcal nos estuvo sometiendo como mujeres y hombres indígenas, por eso nos levantamos. Claro qué hay machismo, pero ¿quién lo trajo? Pues el capitalismo, el que nos quiso imponer. Por eso estamos tratando de que también los hombres entiendan que no haiga ese machismo, que hay que caminar entre las dos partes porque nos seguimos necesitando”, asegura.
“Estamos aquí, la mayoría estamos aquí. Algunas casadas, otras que no, pero aquí estamos y los hombres se quedaron en la casa cuidando a los niños”, dice Elizabeth.
Patricia, base de apoyo zapatista, explica que de cierta forma este encuentro es una réplica de las asambleas en las que las mujeres del movimiento se preguntan cómo están y si están sufriendo algún tipo de violencia para apoyarse entre ellas y denunciar al agresor. Para esta joven de 21 años la clave es que en el zapatismo no hay impunidad y si alguien daña a una mujer recibirá un castigo como, por ejemplo, trabajo comunitario.
Mientras tanto las asistentes se abrazan, conviven, cantan y bailan, comparten clases de defensa personal, talleres de bordado y de yoga. Lloran juntas con cada testimonio de los abusos que han sufrido y se aplauden cuando mencionan que rompieron el silencio y que nunca más van a callar.
En las noches caminan libremente por el campamento, se bañan al aire libre y duermen en casas de campaña sin miedo. Las zapatistas siguen vigilando.