Vienen jornaleros a ‘sufrirle’ (Guanajuato)

Familias enteras llegan a los campos guanajuatenses; la mayoría provienen de Guerrero, Oaxaca y Michoacán. Foto: Cristina Muñoz

Los trabajadores aseguran que los sueldos son precarios; piden apoyo para que les cuiden a los niños en el albergue mientras ellos trabajan en el campo

Manuel García/ Periódico Correo, 02 de junio de 2019

San Francisco del Rincón.- Desde Coachapa el Grande, considerado el municipio más pobre del país (ubicado en la región de la Montaña del estado de Guerrero), vienen a trabajar familias enteras a las parcelas agrícolas de municipios de Jalisco y Guanajuato.

Hombres y mujeres acompañados de sus hijos, casi todos menores de edad, de siete u ocho años, se albergan en un inmueble construido precisamente para alojar a los jornaleros agrícolas que vienen de la región mixteca del estado de Guerrero.

El inmueble, hasta hace poco, estaba a cargo de lo que era la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y la presidencia municipal de este municipio. Ahora sigue estando bajo la tutela del gobierno federal.

Desde hace años, entre marzo y abril, el albergue recibe a los mixtecos, muchos de ellos descalzos, que van a laborar a los campos agrícolas, entre San Julián, San Diego de Alejandría (en Jalisco) y Romita, Cuerámaro y Manuel Doblado (en Guanajuato).

Van a “cortar chile”, pero el patrón –dice Albino García Ramón, “paga muy poco”. Por eso, sufren en su estancia en el albergue de muchas carencias y como no traen dinero, no pueden comprar víveres. Por esa razón el indígena pidió ayuda “a los más grandes” para que se les envíe despensas y víveres.

Otra de las necesidades más importantes tiene que ver con el cuidado de sus hijos. Por ello solicitan que alguien les cuide a sus hijos, menores de cinco años sobre todo, mientras ellos trabajan; porque no se les pueden llevar a los campos agrícolas, y en el albergue no hay quien los cuide.

“Hay muchos que traen muchos niños, por eso, por eso pedimos mucho apoyo”, dijo otro de los jornaleros, quien prefirió omitir su nombre.

“Cada familia tiene tres, cuatro o hasta cinco niños. Estamos aquí, donde sólo dormimos y nos preparamos nuestra comida”.

“Tampoco se pueden quedar los niños solos (en el albergue), porque si pasa algo…”, señaló.

Poco esparcimiento

Son poco más de 60 familias, hablando en su lengua; pocos hablan español, como Francisca García Flores de 17 años de edad.

Cuando regresan de trabajar, a bordo de sus camionetas, llegan y los jovencitos se dedican a jugar basquetbol, en una cancha que fue construida casi al final del gobierno municipal del trieno anterior.

Eso es algo que pueden hacer, y juegan, así descalzos muchos de ellos. Son los pocos momentos que tienen de esparcimiento tras las pesadas jornadas en el campo, pues se salen a trabajar desde las siete de la mañana.

Por su parte, Ángeles Navarro es la esposa del encargado del albergue. Ella dijo que “es un acuerdo que lleguen aquí las familias, provenientes de Guerrero”.

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