La cooperativa “Unidad Latinoamericana”: reconstruyendo tejido social desde la organización para el consumo
Colectivo Grieta, 05 de marzo de 2019.
El capitalismo suele plantear contradicciones de este tipo: en las unidades habitacionales donde vive mucha gente, muy pocos vecinos se conocen y resolver necesidades en colectivo no es fácil. Sin embargo, los procesos organizativos emprendidos desde lo cotidiano y desde abajo demuestran que también en las ciudades es posible comenzar a ampliar horizontes si se trabaja en colectivo. En una de las Unidades Habitacionales construídas en los años 1970 en la Ciudad de México, ubicada junto a la estación Metro Copilco, los vecinos emprendieron un proyecto para dotarse de “productos sanos, de buena calidad, directamente de manos de quien los produce y a precios económicos”: La Cooperativa de Consumo “Unidad Latinoamericana”. A partir de entrevistas con los cooperativistas y de una visita a su local contamos aquí un pedacito de su proceso organizativo.
La cooperativa surgió en febrero de 2016 de la iniciativa de los vecinos para tener productos más sanos, ante la inconformidad porque los monopolios de los supermercados y otras tiendas venden alimentos caros y de calidad dudosa y ante la realidad de una comunidad donde un porcentaje importante son jubilados o pensionados con ingresos limitados. Por esta misma limitación no les era posible acceder a los “productos orgánicos” comerciales que suelen ser muy caros.
Comenzaron a partir de que contactaron a productores de Xochimilco que tenían el problema de no poder acceder a los espacios de venta controlados por el capital. Así que hace tres años se organizaron para empezar a recibir semanalmente “paquetes verdes” consistentes en 5 kg de verduras y hortalizas. A partir de ahí se organizaron para buscar nuevos contactos y ampliar la diversidad de productos y, con ello, la parte de sus necesidades que podían satisfacer en colectivo. Como nos comenta una cooperativista “al principio nos veíamos en la calle, ahí eran las entregas de verdura los viernes en la mañana, pero conforme fuimos creciendo en número de personas y en variedad de productos surgió la necesidad de conseguir un local”.
Mientras se organizaban para conseguir y distribuir productos comenzaron a lograr algo peligroso para el sistema: reconocerse como una comunidad, empezar a compartir espacios y tiempos, saber quiénes son sus vecinos y trabajar juntos por un objetivo común. La cooperativa se ha ido convirtiendo en un espacio de encuentro.
La cooperativa compra directamente a los productores la inmensa mayoría de los alimentos y otros artículos que se comercializan a través de ella. Esto se hace a través de un pedido o comanda en el que cada cooperativista encarga y paga antes del término del mes sus productos para el mes siguiente. Esto, según nos cuentan los propios participantes en el proyecto, ayuda tanto a la logística de la cooperativa como a las familias, a planificar su consumo. A los productores les ayuda saber de antemano cuánto producto tendrán que surtir, ya sea pan, huevo, verduras, miel, etc. y que así no se tienen que quedar en la incertidumbre del mercado.
A tres años de su fundación, la cooperativa ya abastece lácteos, café, pescado, algunas frutas e incluso productos elaborados como mermeladas, botanas, barras de amaranto y productos de limpieza. Entre los colectivos y proyectos con los que la cooperativa ha establecido una relación se encuentran los productores de pan de “El Semillero”, además de una red de familias productoras de huevo de Tlalpan y una cooperativa de pescadores y procesadores de pescado que abastece desde Campeche con pescado fresco dos veces al mes. Adicionalmente a los pedidos por comanda, el espacio cuenta con algunos productos a la venta del público general, ayudando tanto a la cooperativa a solventar sus gastos como a los proyectos y colectivos a contar con otro espacio para circular su producción.
Los cooperativistas organizan el trabajo rotándose la labor de recibir y entregar los productos de los pedidos semanalmente (los viernes y los sábados). Idealmente, la intención es que la mayoría de los cooperativistas participen en este nivel, llamado de socios activos, sin embargo, como nos cuentan, de los 150 socios registrados en la cooperativa, hasta ahora solo poco más del 12% participa en la labores organizativas cotidianas, al resto se les considera usuarios registrados. De acuerdo con el testimonio de otra cooperativista, encontrar la manera de integrar al trabajo organizativo a los demás es una tarea pendiente pues “esta es una oportunidad de aprender, no sólo de los productos que recibimos, sino para regresar a un ambiente de más solidaridad, algo que pueden aprender nuestros hijos”.
Al principio la mayoría del trabajo se hacía en asamblea general y con una sola comisión, la de administración, pero conforme fue creciendo, la cooperativa formó nuevas comisiones de trabajo que hacen las tareas más específicas como la tesorería, la comisión de logística, la comisión de productos y más recientemente la de medios. Todas su comisiones y asambleas son abiertas a los cooperativistas y se reúnen al menos una vez al mes.
Los productos que distribuye la cooperativa se incorporan a su “inventario” usando 5 criterios principales: 1) Se da prioridad a distribuir productos que provengan de proyectos autogestivos o de redes de economía que fortalezcan el tejido social; 2) Se prefieren productos que lleguen sin intermediarios y de ser posible a partir de productores de lugares cercanos; 3) Que los artículos sean producidos de manera amigable con el ambiente y adecuados para la salud humana; 4) Se prefieren productos cuya distribución apoye a microproductores locales; 5) Se busca que los precios de los productos sean accesibles.
Todos lo cooperativistas aportan una cuota anual y, en el caso de los que no pueden ofrecer jornadas de trabajo para apoyar en la logística, se hace una aportación económica más grande. Con esto, y un porcentaje mínimo del precio de venta, se cubren las necesidades generales de la cooperativa como la luz y la renta del local. Hasta ahora, la cooperativa no ha recibido apoyos gubernamentales y de hecho se declara como “independiente del gobierno y de los partidos políticos” e incluso algunos cooperativistas mencionaron que, si bien no están peleados con registrar la cooperativa ante alguna instancia oficial, les parece que lo más importante es que los principios de la cooperativa se mantengan, “lo más importante es apoyarnos mutuamente con los agricultores y productores”.
El proyecto va más allá de la Unidad habitacional. En la visita al local de la cooperativa, ubicado en la planta baja del Edifico México, Grieta pudo constatar cómo la red de personas organizadas ha ido creciendo, y gente de colonias vecinas como Santo Domingo o Copilco el Alto, hasta zonas relativamente distantes como Mixcoac han comenzado a sumarse, encargando su abasto mensual y recogiéndolo en los días de entrega en la Unidad Latinoamericana.
Para festejar los tres años que ya cumplió de estar organizada, la Cooperativa realizará una feria de productores y cooperativas el próximo 06 de abril en la “Plaza de la Banderas” de la propia unidad. Las cooperativistas que pudimos entrevistar nos comparten su horizonte: “el reto es seguir, fortalecerse como organización, formarse mejor en lo político y en lo económico, y sobre todo tejer redes con más cooperativas. La enseñanza que ya nos deja todo esto es que la política la hacemos nosotras”.