El Centro Cultural Makarenko: una experiencia organizativa de construcción de otra forma de educación (Estado de México)
Colectivo Grieta / 18 de septiembre de 2018
En entrevista, algunos integrantes de este proyecto pedagógico cultural autónomo comparten su historia, la manera en que ven al mundo, su manera de trabajar y su experiencia de haber acudido, en agosto pasado, al Encuentro de Redes de Apoyo al CIG (Concejo Indígena de Gobierno), a la tercera edición del CompArte y al Aniversario de los Caracoles Zapatistas.
El Centro Cultural Makarenko, ubicado al oriente del Estado de México y al cual acuden niños de primaria, secundaria y bachillerato, toma su nombre del pedagogo ruso Antón Makarenko. Acerca del nombre, que decidieron darle a su proyecto, sus impulsores exponen: “nos parece interesante toda esta parte de la historia que él cuenta a través de sus obras, cómo durante la revolución de 1917 logra, adaptándose a las circunstancias, desarrollar 2 escuelas importantes que transformaron a los estudiantes que ahí fueron llegando, y de ser una escuela tan pobre y que se construyó en lo cotidiano, ellos llegaron a aportar económicamente y con ideas, no solamente para la reconstrucción de la revolución rusa, sino, hasta nuestros días al mundo, esos procesos de “yo lo hago con ustedes”. Eso fue lo que nos llevó a nombrar así al centro”.
¿Qué hace el Centro Cultural y cuál es su tarea?
El Centro Cultural se dedica al proceso de educación concebida no como la educación académica, sino que trata de incidir en todas las áreas y espacios donde se mueve el ser humano. Tienen una historia de aproximadamente 40 años desde que llegan a Chicoloapan con el auge de las primeras escuelas populares del Estado de México que se impulsaron en municipios como Nezahualcoyotl, Chimalhuacán, Chalco y Chicoloapan. La conformación de las escuelas populares consistía en tener profesores, plan de estudio e instalaciones que eran impulsadas por la comunidad, y por lo tanto, les pertenecían. A decir de sus fundadores, este espacio educativo es “la consecuencia de una historia que en un momento dado dio un giro por donde no debió haber ido”.
Una compañera que participa en el Centro Cultural y es fundadora de las escuelas populares del Estado de México, nos platica que las decisiones que tenían que ver con éstas eran discutidas en asambleas conformadas por madres y padres de familia en conjunto con maestros; se trataba de cubrir lo que se necesitaba como educación en ese momento para sus hijos y la parte que le correspondía al Estado consistía en certificar las escuelas y asignar un presupuesto para los maestros, sin embargo, estos recursos eran insuficientes. Con el transcurso del tiempo esta dinámica se fue transformando y los maestros comenzaron a tomar el control de las escuelas ya sin consultar a la comunidad, es entonces, que ante la necesidad de formar otro tipo de educación vinculado a la comunidad, se comienza a conformar el Centro Cultural.
El Centro Cultural, a decir de una de sus integrantes, lo conforma la familia que dicta el Estado, es decir, la familia estructural, pero hace notar que al participar en este proyecto se conforma una suerte de familia extendida con los compañeros con los que han caminado en este proceso organizativo, por lo que la familia Makarenko tiene integrantes en Oaxaca, Puebla y Chiapas.
Sobre cómo ven el mundo y el panorama de la educación en Chicoloapan
Una de las maestras comparte cómo ven el mundo desde el Centro Cultural: “vivimos en un mundo fragmentado donde este concepto de identidades le ha servido al Estado para dividirnos a las mujeres, los homosexuales, los niños con diferentes capacidades; entonces, nosotros lo que hacemos es desfragmentar ese mundo, somos un mismo mundo, somos lo que padecemos y esto es producto del capitalismo, de las políticas de comunidades enfrentadas, de las políticas del terror y por lo tanto el conocimiento se construye en colectivo…”
A nivel local, el panorama de las escuelas de Chicoloapan es desalentador: existe un número importante de escuelas que funcionan como feudos en donde directivos y profesores deciden quién puede entrar, el nivel académico que se ofrece está por debajo de la media de las escuelas oficiales, hay hostigamiento hacia padres de familia, maestros y estudiantes, hay chicos con procesos reales y comprobables de ansiedad y suicidios, casos de acoso y agresión sexual, cuotas y uniformes impuestos y sometimiento de los alumnos.
Los chicos que llegan al Makarenko provienen de diversas escuelas, fundamentalmente de Chicoloapan; en el Centro Cultural se abre el espacio a niños y jóvenes que llegan con sus distintas problemáticas.
Respecto al Centro Cultural, sostienen que “nosotros decimos que somos los excluidos de los excluidos, porque son chicos, por ejemplo, diagnosticados con autismo, que ya terminaron la instrucción secundaria y no hay un nivel bachillerato donde puedan continuar con sus estudios, pero sí tienen una habilidad muy clara para terminar una carrera universitaria. Entonces ese es el filtro que tenemos que pasar: niños mal diagnosticados con hiperactividad, con déficit de atención o bien, con procesos de ansiedad por toda esta presión de los que son objetos por esta cuestión de las políticas de las comunidades enfrentadas que ellos reproducen muy bien. Nosotros decimos que la historia tiene que regresar al punto donde había quedado el acuerdo final que era que se tenía que dar este tipo de instituciones de la comunidad con la comunidad, y que en un momento dado íbamos a desarrollar la capacidad de tener recursos económicos que tendrían que ser en beneficio común”.
¿Como trabaja el Centro Cultural?
En el Makarenko el conocimiento se construye entre todos los que participan y se asume en lo individual para tomar decisiones en beneficio del colectivo, además de desarrollar la idea de que el beneficio personal tiene que ver con la colectividad. La dinámica de esta otra escuela pasa por no tener que competir por una calificación, no hay números, no hay premios ni catigos. No se busca al que más aprende, al que mejor canta o al que termina primero sus tareas, por el contrario, se busca saber cuáles son las necesidades de todos, y en pensar cómo se cubren todas esas necesidades. Se trata de mirar al otro, ser responsable del otro, recibirse mutuamente.
El horario en el Estado de México, que es la matriz, es de 10 de la mañana a 4 de la tarde, pero si los chicos tienen algo que hacer más temprano, tienen la libertad de salir antes o quedarse más tarde de lo acordado, los alumnos pueden ir el fin de semana si lo consideran necesario o no ir si es que tuvieran que solucionar algunas otras cosas.
Se han presentado ocasiones en donde el Centro Cultural, junto con los chicos que ahí acuden, ha tenido que cerrar para trasladarse a otros lados y compartir con otros niños, esta experiencia la han compartido por ejemplo con niños de Nochixtlán, Oaxaca.
Como ya se mencionó, al centro asisten niños y muchachos de primaria, secundaria y bachillerato. Actualmente trabajan con niños, incluidos los diagnosticados con autismo que no han encontrado otro espacio. El Centro Cultural, junto con cada niño que llega, se considera un grupo de personas que crean el conocimiento en colectivo.
Además en este proyecto, dice una de las entrevistadas, no solamente la preocupación recae en lo académico sino que cuando “llegamos a una población en donde ya hay escuelita, entonces la necesidad de los chicos es como apoyo académico u organizarse porque el maestro los está fastidiando, o porque tienen una huerta, o porque les hacen falta algunos otros talleres, entonces dependiendo la necesidad de cada lugar es que nosotros vamos haciendo ese trabajo”.
Se imparten talleres de ajedrez, salud comunitaria, bordado, tejido y se elaboran productos como mermeladas, dulces, licor de frutas y sazonadores, entro otros.
Los talleres se resuelven entre todos. Así surgió el taller de abonos orgánicos, ante la necesidad de ya no utilizar agroquímicos, los conocimientos de la comunidad junto con los conocimientos del Centro Cultural permitieron desarrollar técnicas para nutrir a las plantas sin que éstas sean agresivas con el ambiente. En forma similar se han creado talleres de salud, educación o producción.
El Centro Cultural Makarenko fuera de Chicoloapan
Actualmente los integrantes de este centro colaboran en Jaltepetongo, Oaxaca, impulsando un taller para resignificar el mixteco por medio de la música y la narrativa. En Nochixtlan la asamblea de la comunidad les ha permitido acompañar su proceso organizativo en donde el colectivo les apoya con la producción de nopal, impulsando la casa de salud, con el proceso académico, y en la colonia 20 de noviembre, en donde entró la policía federal, tienen un trabajo con los niños que trata de descolocarlos como víctimas y hacerles saber que son afectados, en el sentido de que el afectado levanta la voz, demuestra quién es y dignifica su rabia.
“La idea en cada lugar en donde compartimos es que el mundo se tiene que transformar aquí y ahora en este momento y de manera colectiva. Hacer comunidad, vivir en comunidad, impulsar los proyectos comunitarios y sobre todo independientes”.
¿Cómo hacen redes, cómo llegan a los lugares donde acompañan otros procesos organizativos?
Una compañera nos platica cómo es que logran acercarse a otras luchas: “Nos invitan, nos movemos en diferentes lugares, y como ya tenemos como 40 años en esto, entonces pues ya vamos conociendo gente. Es eso de formar frentes. Hemos pertenecido a frentes, a otros colectivos, entonces vamos conociendo, se va corriendo la voz, las redes de comunicación nos ayudan a los avisos y así nos enteramos, hacemos asamblea y decidimos quién va para allá, quien va para acá o quién no se puede mover porque está ocupado en ese momento y así”.
A decir del colectivo tienen muchas mañas: van a las plazas públicas y ponen un periódico mural, un tendedero, los chicos del colectivo se presentan a cantar, invitan a otros compañeros, platican y a veces de ahí nacen cosas; en otros lugares se invitan solos. Los cumpleaños del Centro Cultural los utilizan de pretexto para difundir información y poner pancartas, a su aniversario le dan un carácter festivo, pero también político.
¿Cómo se sostienen económicamente?
El Centro Cultural se sostiene de tres formas: con la venta de los productos que elaboran y que por ahora, la mayor parte de estos recursos, se utiliza para poder comprar materiales; con aportaciones que hace la comunidad; y, con las aportaciones que hace el mismo colectivo. Le apuestan mucho a la producción, aunque no siempre se vende.
Una característica del centro, la cual traslada a los otros espacios donde colaboran, es que los chicos no llegan con su cuaderno, lápiz o colores, sino que todo el material es comprado por el propio Centro Cultural y es para todos.
Una de las experiencias que han tenido, es la de reabrir una casa de cultura que tenía años cerrada, en Comaltepec: “de pronto lo financiamos, de pronto aporta la comunidad, pero es completamente autogestivo, no nos interesa bajar recursos del Estado porque no estamos dispuestos a ser sus sirvientes”.
Sobre su participación en el encuentro de redes de apoyo al CIG en el caracol de Morelia
En julio de este año, el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) convocó a un Encuentro de redes de apoyo al CIG (Concejo Indígena de Gobierno) del 2 al 5 de agosto, al CompArte 2018: “Por la vida y la libertad” del 6 al 9 de agosto y al 15 aniversario de los Caracoles Zapatistas: “Píntale caracolitos a los malos gobiernos pasados, presentes y futuros”. El Caracol de Morelia, en la zona Tzotz Choj, tierra zapatista, albergó a cientos de asistentes. El Centro Cultural Makarenko participó en el encuentro de redes y en el CompArte 2018.
Una de las maestras del Centro Cultural nos comparte su experiencia en el Encuentro: “(asistimos al Encuentro) primero porque somos zapatistas. Nos asumimos como zapatistas. Nosotros seguimos el movimiento zapatista desde que nace. Otra, es que el proceso de este lugar, lo acompañamos desde que nace, con la conformación de los comités y todos los llamados que se han venido haciendo. Ahora llegamos a la asamblea de redes porque nosotros igual estuvimos en el proceso, para nosotros lo fundamental no fueron las firmas, sino el pretexto para hablar con la gente. Hicimos ese trabajo y hablábamos con la gente y poníamos información. No teníamos, ni aunque hubiéramos tenido, no hubiéramos comprado un aparato para recabar las firmas. Entonces ya cuando la gente decía “¿donde firmo?”, le decíamos: no tenemos donde firmar. Preguntábamos: ¿y cómo ven el proceso, la propuesta de los compañeros?, Y miren, ustedes se acercaron aquí como lo entiende en general la gente que pues vamos a recabar firmas. Pero hay una controversia, porque los compañeros decían que no querían entrar al proceso electorero, pero ahora si están, lo interesante era discutir todo esto, de cuál era la convocatoria en realidad, y qué padre que sí funcionó eso como pretexto. Necesitábamos un pretexto más para hablar con las personas; entonces venimos a compartir cómo nos fue y al final ya tuvimos un aparato para recabar las firmas, recabamos algunas cuantas, algunos de nosotros no teníamos credencial de elector”.
Para el Makarenko la idea de que hay esperanza en el país se confirmó con este encuentro de redes. Los animó encontrarse con otros compañeros, vieron que había compañeros que no se conocían y jamás se habían reunido, otros, a los que no les interesaba la problemática social y que, ante esta provocación de mandar una representante indígena del CIG, entonces empiezan a discutir cómo se puede impulsar esta iniciativa. Esa es la gente que asistió al Encuentro.
La maestra nos platica sobre las propuestas del Encuentro, de acuerdo a su experiencia en las mesas de trabajo: “ya cuando nos reunimos todas las mesas, era como si por un momento todos estuvieran pensando y sintiendo lo mismo, la necesidad de unificar el movimiento, las propuestas iban en el mismo sentido…empiezan las propuestas: es que el CIG se tiene que ampliar a otros sectores y cuando dan las propuestas los compañeros Zapatistas y dicen ‘también nuestra propuesta es que el CIG se tiene que ampliar’, entonces, es un solo pensamiento pero amplio que en ese momento engloba, enaltece, los pensamientos de todos, es como el momento en el que se unen los pensamientos de todos”.
Otra compañera del Makarenco, también habla de su experiencia de la mesa 3, de las 5 que se instalaron para los trabajos de valoración: “el encuentro fue genial, la cantidad de jóvenes que llegaron fue sorprendente, con un montón de propuestas. A mí me tocó la mesa 3 con chicos que venían de la Universidad de Guadalajara… les tocó poner mesas, a ellos les tocó que llegara la policía, que los aprehendieran, un tanto asustados, un tanto emocionados, pero al ver toda la demás gente, todos los demás colectivos, pues estos chicos fue así con un ánimo de ‘vamos a continuar no sólo en nuestra facultad vamos a seguir haciendo trabajo’. Yo creo que en esta cuestión del encuentro valorábamos, el primer punto era la valoración, muchos decían ‘pues no alcanzamos el número de firmas que nos pedían, no cumplimos’, otros, o la mayoría decían ‘sí cumplimos, tan cumplimos que todos estamos aquí, que finalmente esa era la finalidad: interesar a otros y se cumplió, si no, no hubiera salido este encuentro, esta plenaria de tantos lugares y la continuidad del trabajo precisamente. Sí traía cada quién sus propuestas, pero finalmente eran similares y la propuesta de todos era continuar, ya no quedarse como redes de apoyo sino pues continuar, dar el siguiente paso”.
La Maestra del Centro Cultural comenta que en las mesas un objetivo logrado era hacer un análisis global, nacional, regional y local, que surgió de todas las personas y colectivos que se involucraron en el proceso de apoyar la conformación de un Concejo Indígena de Gobierno.
Su participación en el CompArte 2018
En el CompArte 2018 el Colectivo Cultural participó con 4 canciones. La experiencia fue distinta a otras que han tenido en diferentes escenarios, se sintieron diferentes a cuando han cantado para otros compañeros, o cuando cantan y les pagan, porque también de la cantada se hacen de recursos económicos. No sintieron presión de agradarle al público y el pánico escénico en ellos no se hizo presente. Dicen que compartieron y dialogaron con más compañeros por medio de canciones sobre cómo está el sistema. En el 15 aniversario de los Caracoles y el CompArte 2018, se hizo tangible lo que se puede lograr con organización.
Otro integrante del Centro Cultural que imparte el taller de canto y guitarra, que también participó en la presentación musical durante el CompArte , cuenta sus impresiones de esta convocatoria y su visión del zapatismo a lo largo de los años con respecto a la música: “aquí es un semillero de cultura en la cuestión de la música. Hemos estado desde el primer momento con el movimiento zapatista, no somos apoyo, somos parte de lo mismo, nos declaramos zapatistas, hemos estado en algunas comunidades. En un principio, entre las bases de apoyo del EZ había unos cuantos músicos y ahora es algo enorme de verlo, a mí me llena de satisfacción ver la participación de los compañeros. Ahorita, por ejemplo, aquí en el CompArte con sus parodias, pues yo empecé también cantando parodias y ya después me dediqué con la guitarra a las canciones. Desde entonces en los lugares en donde estuvimos, por ejemplo en la Garrucha, dimos un taller de teatro y de guitarra. Estuvimos en la Nueva Revolución que está aquí adelantito de Morelia y también trabajamos con la música. Esto fue cuando ellos tampoco tenían muchos instrumentos. Por el terrorismo del gobierno que había, por los grupos paramilitares, pues la gente tenía temor, entonces por medio de la música ellos cantaban sus canciones y se reunían en las capillas y cantaban alabanzas de protesta, no de las canciones de la jerarquía católica. Esto a mí me motivó mucho, yo aprendí mucho de ellos desde ese tiempo que convivimos con ellos, entonces a mí me nació más entrarle a la cuestión del movimiento popular con la música”.
Sobre el crecimiento de las comunidades zapatistas, el maestro nos cuenta: ”….es algo que pues no se puede uno imaginar el alcance que tiene, o sea, lo que ha logrado el movimiento en todos estos años, no nomás en la cuestión cultural, en la forma organizativa, en la disciplina, la claridad que tienen ellos de ver de cómo ven las cosas, y el decir no nos rajamos, cantando, sembrando, haciendo todo lo que todo ser humano puede hacer pero con una claridad de amor a la vida y amor a la naturaleza, y la música es una gran parte de eso, es un arma también para ellos, es un arma de lucha. Entonces todavía hoy, aquí se acercaron algunos compañeros y aunque saben tocar algunas cosas, les faltaba y algunas cosas les sobraba, entonces esas cosas que a ellos les sobraba me lo dieron a mí, y lo otro poquito de música también nos lo compartimos y ellos se fueron con otras formas para complementar su música. Porque nosotros decimos “no venimos a enseñar, venimos a aprender”.
El Centro Cultural Makarenco también compartió un taller de bordado llamado “Bordando Historias”, cuya dinámica consistía en crear una historia, después un dibujo que representara la misma y posteriormente bordarlo. De la misma manera compartieron un taller de chaquira. Estos talleres se pensaron para desarrollar el pensamiento y la imaginación de las personas, de esta manera se podría visualizar otra forma de ver el mundo.
La maestra del Makarenko nos platica sobre el taller: “este taller estuvo interesante porque mediante los bordados nos mostraron cómo se organizaron y las figuras que representan la voz; hay una donde está el Sup con su micrófono y lo que nos comenta el compañero que lo hizo es que él (el Subcomandante) es la voz de todos. El micrófono representa la voz de todos. Hay otra compañera de Oventic que nos contó que el nombre de Oventic se lo dan los árboles de aguacate, que no se acordaba el nombre de los árboles pero que es un nombre similar al de Oventic, entonces como hay muchos árboles como esos, por eso la comunidad tiene el nombre de Oventic”.
Una joven compañera que participó e impulsó el taller, nos platica como el bordado puede ser una herramienta de comunicación: “es otra manera de hablar o de expresar tus sentimientos, lo que tú percibes, lo que tú vives el día con día, no todo lo puedes hablar, hay otras maneras. Con creatividad y con el bordado que hicieron nos mostraron otra forma de comunicación”.
Sobre el significado de lo que se borda otro joven compañero agrega: “es otra forma de ver el mundo y concebirlo. Cuando estuvimos dando el taller sucedió algo que a mí se me hizo muy bueno: yo dibujé una flor porque era parte de una historia, el compañero me dijo “¿esa flor que significaba?”, porque al momento de que yo le daba un significado dejaba de ser una flor y tomaba el significado que yo le daba. Entonces el compañero lo concebía más allá de una simple flor, o sea, ya lo veía como otro significado, ya no era una flor, ya lo veía de otra manera, eso fue lo que se me hizo interesante del taller”.
Finalmente, el Centro Cultural Makarenko se define a sí mismo, como un espacio de construcción abierto para todo el mundo, un mundo donde caben otros mundos, un Centro anticapitalista, antipatriarcal y zapatista.