El recuerdo de un día que nunca debió ser #DesaparicionesForzadas #Crónica

José Beltrán/Huffpost

Con el dolor de no encontrar a sus seres queridos, cientos de familiares protestaron en el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.

Eduardo Meza Guillén, Lalito, tendría que estar jugando en la escuela en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, pero el 21 de enero de 2012 salió a jugar canicas afuera de su casa y su madre María Alicia Guillén Hernández ya no supo más de él.

“Ya busqué en todos los estados, países, he buscado a mi niño pero no lo encuentro”, dice María Alicia Guillén desesperada, porque no sabe qué más hacer.

El año pasado, la madre de Lalito se intentó aferrar al último indicio de su hijo: un niño parecido a Lalito Meza se encontraba secuestrado en Panamá. Las autoridades chiapanecas le dijeron que la pista –un mensaje de Whatsapp– había salido de San Luis Potosí, aunque ella cree que es mentira, pues son esas mismas autoridades que no le dan respuesta y no la toman en serio. De lo que sí tiene certeza es que su hijo está vivo, se lo dice su corazón. “Mi corazón dice que está vivo, mi corazón siente que mi hijo está vivo y necesito saber de él”, dice y se le llenan de lágrimas los ojos cuando repite desesperada que no sabe qué hacer. “Por favor les pido, al mundo entero, que me ayuden a localizarlo, si él está vivo que me digan, que le digan, yo vivo en Tuxtla Gutiérrez”.

Lenin Hernández Cervantes tendría que estar en el salón de clases, pero hoy vino con su playera de Cruz Azul a acompañar a su madre Erika a Paseo de la Reforma, Ciudad de México. Su hermana Lizbeth Hernández, de 26 años, salió de su casa en Tecámac, Estado de México, el 16 de junio de 2018, pero ya no regresó.

Lizbeth iba al trabajo, el último rastro de ella estuvo en Tultitlán, Estado de México, pero fue lo último que supieron. Su madre relata que tuvieron que pasar tres días para tomarle la denuncia, después el caso fue turnado al municipio de Tecámac, pero que ahí “no hicieron nada” en mes y medio, hasta que llegó a San Agustín, Ecatepec, y que finalmente le están dando seguimiento, aunque reconoce que no saben “absolutamente nada de ella”. A Lizbeth Hernández no solo la espera Lenin y su madre Erika, también su hija de cuatro años.

La mamá de Lalito y la mamá de Lizbeth no se conocen, pero este jueves 30 de agosto de 2018 están en el monumento a Cuauhtémoc de Ciudad de México junto a decenas de madres, hermanas y más familiares que llevan carteles y playeras con las fotografías de sus seres queridos, hoy desaparecidos. Al menos en 18 estados de la República se repite la escena similar en este Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, un día en el que no conmemoran nada porque “es un día muy doloroso”, dicen en el micrófono.

Hay mujeres jóvenes, personas de la tercera edad, algunos niños como Lenin que acompañan a sus madres o hermanas, quienes reciben instrucciones de los organizadores. Se mueven con sus fotografías a todos lados, navegando entre las figuras negras de tres metros de altura que simulan siluetas de personas, de los miles que faltan en este país. Mientras ellas se acomodan, se escucha en las bocinas la canción Verte regresar: “Te estamos esperando en casa, te estamos esperando acá, hay una cama caliente y un guisado de mamá”.

Después de que las madres y familiares se acomodan y saludan entre ellos comienza el evento. “Nuestros seres queridos no debieron haber desaparecido, bajo ninguna circunstancia se debería poder desaparecer a las personas, el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas no debería de existir, pero hoy aquí en este México de terror, barbarie e impunidad existe”, dice al micrófono una mujer de más de cincuenta años que acusa de soberbia e ineptitud a las autoridades, por no cumplir la Ley de Desaparición Forzada que tanto trabajo les costó a las víctimas que el presidente Enrique Peña Nieto la promulgara el 16 de noviembre de 2017. “Esa (ley) que cada día le ponen más trabas y justificaciones para no traer de regreso a nuestros seres queridos”.

Hasta abril de 2018 se tuvo registro de 37 mil 435 personas desaparecidas y más de mil fosas clandestinas en el país. Pese a la alarmante cifra, el Estado mexicano no ha instalado debidamente el Sistema Nacional de Búsqueda ni ha garantizado el adecuado funcionamiento de la Comisión Nacional de Búsqueda, según acusó el Consejo Nacional Ciudadano del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas en un comunicado.

Este día las madres dicen que son “unas fieras heridas” que no darán un paso atrás en la búsqueda de sus hijos y en exigir a las autoridades una correcta implementación de la Ley de Desaparición Forzada. “Porque la esperanza no desaparece, porque vivos se los llevaron, vivos los queremos”, gritan las madres en Paseo de la Reforma, frente a turistas que miran desconcertados desde el Turibus sin saber qué pasa. A los automovilistas que transitan por la avenida, tampoco parece importarles mucho.

La ausencia pesa a tal grado que una madre sostiene un cartel que dice “Ni uno más. Vivo o muerto lo queremos. Ayúdame a regresar”. Cada que se lee el nombre de algún desaparecido todos gritan “presente”. Cuando llega el turno de “Lizbeth Hernández”, su madre Erika Cervantes cierra los ojos y llora. Lenin se da cuenta y se queda ensimismado, mientras Erika se tapa la cara con la fotografía de su hija y tras tomar impulso vuelve a repetir “presente”, en apoyo a los demás familiares.

Por si quedaba alguna duda, los familiares dejan claro su misión: buscarlos hasta encontrarlos. “¿Por qué los buscamos? Porque los amamos”, gritan sin soltar las fotografías de sus seres queridos, esos que hoy no están pero que esperan ver regresar, como la canción de Belafonte Sensacional & Paulina Lasa con la que arrancó el evento.

Este día acompañan organizaciones como Serapaz, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Amnistía Internacional y la oficina del Alto Comisionado para las Naciones Unidas. Además de familiares de centroamericanos que han sufrido en carne propia el intento de cumplir “el sueño americano” pasando por nuestro país. “¿Quiénes lo hicieron? ¿Por qué lo hicieron? ¿Quiénes dieron la orden para que hicieran eso? Queremos justicia, queremos verdad y queremos la ayuda para estas madres que han quedado solas”, dice una mujer mayor con una voz que retumba en las bocinas, como debió haber retumbado la masacre de Cadereyta de 2012, cuando 49 migrantes centroamericanos fueron asesinados en Nuevo León presuntamente por el cártel de los Zetas.

Casi al final del evento, Amparo toma el micrófono para cantar “Yo te nombro libertad” de Nacha Guevara. “Por la rabia contenida, por el nudo en la garganta, por las bocas que no cantan”, canta Amparo y una señora que sostiene un letrero con la fotografía de Gonzalo Garduño Núñez –desaparecido el 10 de diciembre de 2017– no aguanta escuchar esos versos, suelta el cartel de su ser querido, rompe la fila y se retira con lágrimas en los ojos, mientras un señor canoso la interrumpe en su camino para abrazarla.

Aunque la cifra se estima en 37 mil 435 personas desaparecidas, Laura Curiel, madre de Daniela Sánchez Curiel –desaparecida en Tlalnepantla, Estado de México, el 11 de marzo de 2015– cree que la cifra real es del doble. Laura cuenta que ella es quien está investigando su paradero, con ayuda de los colectivos de desaparecidos en el país. “¿No eres de aquí?”, pregunta asombrada porque al interlocutor le causa sorpresa que ella es quien le revisa los oficios a la Procuraduría General de la República (PGR). Así es la búsqueda de los desaparecidos en México.

Hacia el final, quienes buscan a sus desaparecidos por sus propios medios están confundidos porque no saben si habrá una marcha. Ven que a la altura del Ángel de la Independencia una protesta se encamina hacia ellos, pero desconocen quiénes son. Los nuevos manifestantes caminan y exigen justicia por el asesinato de Humberto Morales, un niño de 13 años que fue ejecutado extrajudicialmente. Cuando la protesta comandada por el Frente Popular Francisco Villa pasa junto al monumento a Cuauhtémoc, se funden en gritos de “vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Daniela Arochi López, su hermana y su mamá se levantan y muestran la fotografía de su padre Hugo Arochi Roa, un empleado del SAT que desapareció en Tlatlaya, Estado de México, el 16 de junio de 2016. “Su lucha también es nuestra lucha”, dicen al micrófono desde la camioneta del Frente Popular. La lucha de ellos es la lucha de todos, aunque algunos prefieran mentar la madre a bocinazos porque hoy, por suerte, ellos no buscan a nadie.

https://www.huffingtonpost.com.mx/2018/08/30/desaparicionesforzadas-el-recuerdo-de-un-dia-que-nunca-debio-ser_a_23513245/