Los vecinos de una exclusiva colonia de Ciudad de México luchan contra la construcción comercial

Por AMY GUTHRIE

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Francisco Guerra lidera el esfuerzo de los vecinos de la exclusiva colonia Lomas de Chapultepec para bloquear la construcción de un complejo de uso mixto con una torre de oficinas de 21 pisos. PHOTO: ADAM WISEMAN PARA THE WALL STREET JOURNAL

CIUDAD DE MÉXICO—Constructores en uno de los barrios más acaudalados de la capital mexicana enfrentan una dura oposición a nuevos proyectos comerciales por parte de residentes que temen que agobie más la anticuada infraestructura de la ciudad.

La colonia, Lomas de Chapultepec, está en el centro de un debate sobre los méritos y los peligros de la densificación. En el Distrito Federal, la congestión vehicular es severa, el transporte público es irregular y anticuado y la polución es tan grave que las autoridades tuvieron que prohibir el mes pasado la circulación de al menos 20% del parque automotor durante los días laborales en un esfuerzo por reducir los poco saludables niveles de esmog. Otros recursos esenciales, como el agua, también están bajo presión.

Lomas fue un barrio desarrollado en los años 30 como un lugar estrictamente residencial para las élites de la ciudad, inspirado en Beverly Hills, con mansiones al estilo californiano y jardines exuberantes a lo largo de avenidas amplias y arboladas.

Sin embargo, a medida que se expandió la construcción en la capital, Lomas quedó al borde del principal distrito de oficinas de la ciudad. El espacio para oficinas en la exclusiva colonia tiene los precios más altos del área metropolitana, según datos de la agencia inmobiliaria JLL

“Los ejecutivos quieren trabajar cerca de donde viven”, señala Pedro Azcué, presidente de JLL para América Latina.

De todas formas, los residentes tienen la esperanza de frenar la ola de construcciones.

“Como es una zona de plusvalía, hay cualquier cantidad de intereses para aprovecharse de ella”, dice Francisco Guerra, un arquitecto de 69 años que lidera la lucha contra un complejo de uso mixto que consta de una torre de oficinas de 21 pisos, un centro comercial y un hotel en Lomas de Chapultepec.

Guerra vive en el séptimo piso de un edificio de apartamentos contiguo al planeado proyecto, llamado Paseo Lomas, que sería construido en terrenos designados principalmente para casas unifamiliares. Los residentes dicen que recorrer los 400 metros de vía al frente de la obra propuesta puede tomar una hora.

La firma constructora, Gicsa, incluyó Paseo Lomas en su lista de proyectos cuando el año pasado recaudó US$464 millones a través de una oferta de acciones en la Bolsa Mexicana de Valores

Guerra argumenta que la empresa engañó a los inversionistas al decir en su presentación que había conseguido los cambios de zonificación necesarios para construir Paseo Lomas cuando no lo había hecho. Gicsa no mencionó en su prospecto la oposición del vecindario.

“Gicsa no engañó a los inversionistas”, dice Rodrigo Assam, jefe de relaciones con los inversionistas en Gicsa. “Los inversionistas están bastante conscientes de que (Paseo Lomas) podría tardar”.

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El área que rodea el propuesto proyecto, Paseo Lomas, fue desarrollado en los años 30 como un lugar estrictamente residencial inspirado en Beverly Hills, con mansiones al estilo californiano y jardines exuberantes a lo largo de avenidas amplias y arboladas. PHOTO: ADAM WISEMAN PARA THE WALL STREET JOURNAL
La comisión de planificación del Distrito Federal ha indicado que Gicsa podría tener que reducir su plan inicial para desarrollar la obra.

Los residentes que se oponen a la construcción en la capital mexicana enfrentan una dura batalla en un país plagado de corrupción pero escaso de civismo y planificación.

“Hay un esfuerzo constante para negociar dentro o en torno a las reglas”, dice Diane Davis, catedrática del Departamento de Planificación y Diseño Urbano de la Universidad de Harvard. “El desarrollo urbano está ahora en la agenda y la necesidad de reglas está allí, pero no existe un largo historial de esas reglas”, señala Davis, quien ha estudiado la capital mexicana por más de 30 años.

A los residentes de Lomas les preocupa que la construcción de Paseo Lomas empiece de forma clandestina, sin permisos, o que la firma constructora logre persuadir a los funcionarios del gobierno para que lo aprueben. Al 24 de febrero, cuando divulgó sus ganancias del cuarto trimestre, Gicsa dijo que había firmado contratos de alquiler para casi 12% del espacio en el centro comercial. Sin embargo, el 28 de abril, cuando reportó los resultados del primer trimestre, la firma no incluyó Paseo Lomas en la lista de proyectos en desarrollo.

Assam asegura que la compañía no pasará por alto a las autoridades locales para iniciar la construcción. No obstante, expresó su escepticismo acerca de que Lomas pueda permanecer como un oasis en el desarrollo de mayor intensidad. “Ya se lo comió la ciudad”, dice.

Moisés El-Mann, un miembro fundador de Fibra Uno, el mayor fideicomiso de inversión inmobiliaria de México, dice que su familia tiene una pequeña participación en el proyecto de Paseo Lomas.

“No por unos cuantos van a detener un proyecto”, asevera El-Mann. “A lo mejor nos conviene más tener fuentes de empleo —que nuestra gente tenga dinero y viva mejor— y no tener rateros y secuestradores”.

Un reciente jueves en la noche, Guerra reunió a más de una decena de vecinos —una fracción de los casi 500 residentes que se oponen a Paseo Lomas— para debatir su plan de resistencia.

“Nos saturan con una cantidad de edificios”, se quejó Francisco Cuyas, un fabricante de ropa de 79 años, cuya comunidad de apartamentos compra 900 camiones de agua cada año porque se quedan sin el servicio. “Esto no es vida, sustituir lo verde con el cemento”.

Los vecinos dicen que invirtieron sus mejores años y buena parte de su capital en el barrio. Muchos poseen apartamentos con más de 280 metros cuadrados que valdrían por encima de US$800.000, o cerca del doble de los valores de 2010, según agentes inmobiliarios locales. Ahora argumentan que los desarrolladores quieren sacar provecho del prestigio de Lomas, a costa de ellos.

“Era una colonia divina”, lamentó Antulio Tamayo, de 49 años, recordando largos almuerzos dominicales hace muchos años en el jardín de la casa señorial de su abuela. “Es que no hay dónde irse. Toda la ciudad es un caos”, asevera.

http://lat.wsj.com/articles/SB12646794960321634403904582058901635469504