Catorceava parte: El desenlace
Catorceava parte: El desenlace
Arriba la luna, aliviada al fin, sonríe.
Una niña sueña. Sueña que, con otros niños, detrás de un balón corre. No para huir de bombas y balas, sino para soñar que al fin es posible jugar en esa geografía que llaman Palestina. Ahí las niñas sueñan, por eso las matan. Sueña la niña una canción:
احلم يا صغيري
حلم أنك تلعب أنك تحلم
يحلم بأن «الحرية» هي شكل آخر
لتسمية الحياة
حلم الفتيات
لهذا السبب يقتلونهم
لإسكات الحرية
يقتلونهم
(sueña, pequeña mía / sueña que juegas a que sueñas/ sueña que «Libertad» es otra forma / de nombrar la vida / las niñas sueñan / por eso las matan).
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México. La puerta de la impunidad, el cinismo, la desidia, la complicidad, el desprecio, esconde detrás suyo las ausencias (como la puerta donde se lee “Fiscalía de Colima” y cobran $200,000 pesos para entregar pedazos de cuerpo). Por eso, las buscadoras no sólo llevan pico y pala. Ahora cargan con mazos y hachas. Así de desafiante es su empeño. Con sus manos y corazón adoloridos, tocan, palpan la puerta que se cree poderosa, eterna, irrompible. No suplican esas manos, no ruega ese corazón. Sólo calculan dónde descargar su digna rabia y encontrar, al fin, verdad y justicia.
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Previously:
En contra de todos los derechos y los izquierdos, el Fiscal ha argumentado las acusaciones en ausencia del acusado. El jurado ha escuchado con atención la brillante disertación del jurisconsulto, así como el interrogatorio a una infanta con la blusa manchada de dulce y polvo. Cuando se esperaba que el fiscal pidiera la pena de muerte o algo peor (se insinuó obligar al culpable a consumir sopa de calabaza… ¡por una semana completa!), mediante un retorcido giro de su razonamiento, se demandó la prescripción de los delitos y la satisfacción de las demandas económicas y/o en especie que cubrieran los honorarios del escarabajo. El siniestro patíbulo fue convertido, ante la desilusión del colectivo de ciencias, en un templete para teatro, danza, música, poesía, cine y ya no me acuerdo qué más, en el encuentro de artes. Gatito y Jerman (un viejo perro, con un humor ídem y enamoradizo) se dieron de alta en el Comando Palomitas, por lo que la Verónica creó una fuerza especial: el GRRR (“Grupo de Reacción Retardada Reiterativa”) … Oh, oh, ha llegado el colectivo “Tacomún”, con el Manuel encabezándolo y la Marijose de lugarteniente. Se sospecha que el mencionado grupo ha venido a apoyar al Capitán, su más asiduo consumidor (cliente no, porque nunca paga -siempre pide fiado-). Se espera que haya disturbios y aglomeramientos… en el comedor Común, claro. El Manuel organiza a su tropa para resistir. El desenlace es inminente. Hagan sus apuestas, señores, señoras y señoroas. ¿Inocente o culpable?
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Cuando el Capitán llegó al Juzgado “Veni, Vidi, Vinci” (en lenguaje jurídico: “Vine. Vi. Cobré”), la comunidad artística hizo valla para increparlo y gritarle “shame, shame, shame”, con evidente nostalgia -pese al pésimo final de “Juego de Tronos”-. El Capitán respondió con una mueca despectiva, digna de la peor Cercei.
Podemos suponer que el acusado hizo contacto previo –y tal vez acuerdos- con los musicales, porque, justo al entrar, empezó a escucharse “I am a man in constant sorrow”, versión de The Soggy Bottom Boys (“¿O Brother, Where Art Thou?”, 2000, Joel y Ethan Cohen). Aunque, hay que decirlo, el peine musical no lograba simular siquiera al violín, la coreografía del futuro condenado fue bastante aceptable. El apuesto y encantador Capitán reacomodó su paso al estilo folk country y se llegó al centro del estrado.
En un insinuado plagio del poema “El Brindis del Bohemio” (Guillermo Aguirre y Fierro), el Capitán, por todos estrechado, alzó su pipa frente a la siniestra asamblea desbordante de rencor y de odio. Los envolvió en la luz de una mirada, sacudió su pasamontañas deshilachado y dijo así, con inspirado acento:
“Soy un hombre que vive penando. ¿Dónde está el arma homicida?”
La pregunta desconcertó a todos, incluyendo al escarabajo magistrado. Un silencio angustiante se generalizó en la asamblea. Sólo la Doña Juanita sonreía. Hubo entonces un intercambio de miradas entre el Capitán y el escarabajo. Después las opiniones se dividirían: unos dirían que fue una mirada de complicidad; otras, que de reproche.
Se suponía que el arma homicida sería una cuchara, según fue insinuado por el abogado artrópodo, pero nunca fue presentado ningún utensilio semejante.
El Capitán se veía confiado y seguro de sí mismo. Aunque las apuestas que organizó el mismo abogado-fiscal-juez le eran desfavorables, el acusado sonreía coqueto, vivaracho y retozón. Cuando todos empezaron a sospechar que el Capitán tenía escondido un as bajo la manga, ¡zas!, el acusado se llevó la mano a la manga izquierda de su camisola y extrajo… ¡una pipa! (¿a quién se le ocurre guardar una pipa en la manga de la camisa?). La cargó de tabaco y, con parsimonia, la encendió y expulsó el humo con grandes bocanadas. Todavía por entre la niebla, se escuchó la varonil voz del Capitán diciendo:
“No hay arma homicida; ergo, no tienen elementos que no sean circunstanciales para condenarme. No sólo eso, la argumentación del fiscal deja mucho que desear y presenta graves contradicciones.
Por ejemplo, argumenta mi explicable y comprensible aversión a “eso”. ¿Cómo, entonces, me supone cerca de una paila o cacerola repleta de ese letal elemento? ¿Cómo es posible que, dada esa animadversión, yo me arriesgara a manipular eso en abundantes cantidades, lo dispusiera en senda cuchara y apuntara a las personas que forman esta comunidad?
Ni siquiera pueden asegurar que yo estuviera presente. Concedan, pues, que mi sensual figura hubiera llamado la atención suficiente como para no pasar desapercibido. Porque, lo que sea de cada quien, la naturaleza ha sido pródiga en mi ser, sobre todo en mi voluptuosa cintura, -que bien hace quedar los trazos de Botero como tímido manga japonés-.
Porque ya debieran saber que, en cuestión de tentaciones, atrae más lo mullido, acolchonado y esponjoso, que las ásperas líneas de un lavadero manual. Oh, no tengan pena, que en cuestión de gustos se rompen y multiplican los géneros. Si algo he aprendido en mis vidas anteriores, es que el deseo que desvela nace de la palabra. A ella sucumben las más inaccesibles fortalezas, y es que hay sed que sólo la imaginación sacia. Así que espabilad y dejad los afeites y tik-tok´s de una belleza tan falsa, que el calendario la derrota al poco.
Antes de concluir mi alegato, me dirijo a ustedes, artistas y científicos:
Si revisan, con un mínimo de honestidad, y un poco de humildad, la palabra y la práctica de estos originarios, se darán cuenta de que ellos no sólo les piensan en el día después. También les consideran necesarios. ¿Es que creen que, con la presencia y actividad de ustedes, habrá más posibilidades de no repetir el viejo mundo en el reto que avizoran para el día después? ¿Es una cuestión de humanidad? ¿O es un reproche por la lástima, caridad y compasión con las que ustedes se han dirigido a ellos en no pocas ocasiones? Y, a pesar de la mirada despectiva, estos originarios no sólo les incorporan en su empeño. También luchan por darles un espacio en el mañana…
Echen un vistazo a lo que los de arriba contemplan para el día después. No les toman en cuenta. Es más, planean suplantarles. Sueñan con una Inteligencia Artificial que se desarrolle lo suficiente como para poder simular la “vocación”, la “chispa”, el “ingenio”, la “creatividad”, el “alma” o como quieran llamar a “eso” que les hace humanos.
¿Creen ustedes que están a salvo de la tormenta? Escuchen a alguien de quienes ya la padecen. Escuchen a Buscadoras, a pueblos originarios, a todas esas personas que viven al día, trabajando de oscuridad a oscuridad por unos centavos. Sabrán entonces que son o eran personas normales, que se pensaban a buen resguardo con lo levantado con su propio esfuerzo. Conozcan cómo la pesadilla entró pateando sus puertas. Cómo la angustia se hizo cotidiana. Cómo cambió su agenda y su cotidianeidad. Escuchen decirles “Confié mi seguridad en los gobiernos y ellos apadrinaron mi dolor”. Comprendan que nadie está a salvo en ningún lugar, sin importar su color de piel, su género, su posición social, su playlist.
Ya termino: Volvamos a su injusta acusación:
Según lo que refieren ustedes mismos, mis acusadores, varios recibieron los proyectiles en forma simultánea o casi simultánea, lo que es imposible de lograr con una sola cuchara y sólo un par de brazos. La puntería fue certera, es cierto, pero eso requería no sólo conocer los parámetros de deriva, alcance y rasancia, también de peso y consistencia del proyectil; así como el conocimiento de altura, largo y ancho de un recinto cerrado. Tienen razón en que se trató de algo planeado, pero eso requiere una mente perversa, corrupta y maléfica. Y yo soy sólo un hombre en constante pena y dolor. Además de que, ocupado como estoy en descubrir los secretos profundos que permitan impulsar una bicicleta por siempre jamás, no tendría ni el tiempo ni la paciencia para hacer todos los cálculos.
Ahora voy a suponer que ustedes son personas medianamente inteligentes y que serán capaces de seguir mi razonamiento:
Puesto que es evidente que ningún ser con dos extremidades superiores podría conseguir tal efecto demoledor –. Una pausa, mirando primero de reojo, luego ya directamente hacia el lugar ocupado por el escarabajo juez-fiscal-defensor. Después, así, muy casual, el Capitán sentencia: sólo alguien con varios pares de extremidades y capaz de elevarse a pequeñas alturas podría conseguir el efecto que les aquejó en sus deplorables vestimentas. Por lo tanto, ¡el culpable no es otro que Don Durito de La Lacandona, el escarabajo todo terreno!
El colectivo de ciencias aplicadas aplaudió y se felicitó entre sí. Ellos y ellas habían llegado a la misma conclusión desde el inicio, por eso se abstuvieron de participar. Y si diseñaron la plataforma para colgar al Capitán fue porque, según sus cálculos, las posibilidades de que saliera inocente eran mínimas.
La comunidad artística, por su parte, mutó en “modo gorsodomo” y se lanzó sobre el pequeño bichito, quien, aprovechando la falta de coordinación de artistas y similares, voló y se retiró en graciosa huida. Así las cosas, el linchamiento quedó en un intento frustrado. Los musicales tuvieron que improvisar y cambiaron su playlist: habían preparado, previendo la condena mortal del Capitán, “Cerró sus ojitos, Cleto”, pero cambiaron a “La Tertulia” (ambas de Chava Flores).
En la taquería, el Manuel sacaba del escondite una orden de tacos al pastor. Porque él y la Marijose no pusieron atención al juicio, sino a la Doña Juanita. Viendo la sonrisa de la doña, el Manuel sentenció: “La va a librar el Capitán”. “¡Sí!”, aplaudió la Marijose. “Ya daba yo por perdidas todas las deudas del Capitán. Ahora hay esperanza de que algún día nos pague”, terminó el Manuel con un suspiro.
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Mientras tanto, en la cueva del Capitán, el exonerado encendía su pipa y cavilaba sobre la naturaleza humana y escarabajil, así como en otras cosas de igual importancia. Al poco llegó Durito, agitado pero divertido. Sacó de su caparazón la pipa que le había tomado “prestada” al Capitán y, fumando, dijo:
“Un éxito rotundo. Ahora soy un convicto. Ya puedo llegar a presidente de una nación, senador, diputado local o federal, al menos presidente municipal de algún cártel. Ahora sólo me falta plagiar una tesis de derecho y llegar a la Suprema Corte de Justicia. De ahí… ¡el mundo!”
Atardece y la noche se recuesta entre árboles y techos. Sombras en las sombras, “ya suben los dos compadres hacia las altas barandas / (…) / Temblaban en los tejados / farolillos de hojalata / Mil panderos de cristal, / herían la madrugada (Romance Sonámbulo, Federico García Lorca).
El escarabajo dice:
“Fue un fraude digno de “El Golpe” (1973, George Roy Hill). Claro, yo soy Robert Redford y tú eres Paul Newman.” “Sueñas”, respondió el Capitán: “yo soy Redford y tú el otro”. “Ni pensarlo”, replicó Durito, “la taquilla es lo que importa, así que, ergo, yo soy la estrella”. “Bueno”, repuso el Capitán, “mientras no terminemos como Butch Cassidy y The Sundance Kid (1969, George Roy Hill)”.
A media loma el Capitán tropieza. No se da cuenta, pero de su raída y vieja chamarra cae algo. Siguen su camino. La cámara enfoca el objeto abandonado. Close up…
¡Un momento! ¿No es eso una cuchara de madera?
Fade out.
Tan-tan.
(ya no continuará)
El Capitán.
Abril del 2025.
P.D.- Entrevistada por los Tercios Compas, la Doña Juanita declaró: “Sí, yo los miré a los dos antes de la comida. Cuando esos dos se juntan, es que traman alguna travesura. Cuando empezó la llovedera de dulce de calabaza, imaginé que algo tenían qué ver. Y cuando los artistas y científicos empezaron con lo de acusarlo al Capitán, entendí que ése era su plan. ¿Que de quién fue la idea? Eso ya no importa. El Capitán técnicamente es culpable, y además de asociación delictuosa. Bueno, ¿van a ayudar a lavar los platos o nomás están haciendo bulto?”.
Imágenes de Tercios Compas Zapatistas
Música Rude Boys «Yo sigo en pie»; Soggy Bottom Boys «I am a man of constant sorrow» de la película «O brother, where art thou?»; «Resistencia» de ska-p; «The entertainer» de Scott Joplin.
https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2025/04/12/catorceava-parte-el-desenlace/