13 mil pescadores, esclavos del capitalismo salvaje (Yucatán)

Roberto López Méndez / Sol Yucatán

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Según algunas estadísticas, en Yucatán hay 13 mil pescadores. Lo que no dicen las cifras es que son 13 mil esclavos, pues carecen de las prestaciones más básicas y de los derechos sociales amparados en la Constitución y la Ley Federal del Trabajo.

No es exageración, pues los pescadores yucatecos no cuentan con Seguro Social, Infonavit, seguro de vida, vacaciones, días económicos, descansos pagados, ahorro para el retiro, ni aguinaldo. Tampoco tienen estabilidad en el empleo y, por más años que trabajen, no llegan a recibir pensión alguna.

Esto sucede porque en la costa se cambió la antigua hacienda henequenera por la lancha, pero el patrón y la tienda de raya funcionan prácticamente igual debido a que, en perniciosa alianza, funcionarios y empresarios crearon un sistema de explotación de la fuerza de trabajo de los pescadores inhumano e intocable, que entrega los beneficios de esta actividad de muy alto riesgo a unos cuantos multimillonarios que poseen la casi totalidad de las embarcaciones y, por si fuera poco, solapados por las autoridades, monopolizan los permisos de pesca.

Por eso hay empresarios que tienen 60, 90 o 100 embarcaciones -ya sean lanchas para pesca ribereña o barcos para pesca de altura-, además de una o varias bodegas para juntar el producto que les llevan sus pescadores esclavos, mismo que después exportan a países en los que les pagan en dólares o euros, ganando así en cada temporada enormes cantidades de dinero.

Ganan tanto porque sobreexplotan la fuerza de trabajo y los recursos marinos, ya que siendo de ellos las lanchas, y siendo ellos mismos los “compradores” directos del producto obtenido por sus trabajadores, obligan a éstos a firmar en su tienda de raya por la gasolina que les entregan y que tendrán que pagar a su regreso, ya que se les descuenta su costo del valor del producto que capturan. También tienen que firmar el dinero que les adelantan para comprar los víveres que dejarán en su casa y los que llevarán para los dos o tres días que estarán en el mar. Igualmente tienen que firmar por el motor y el equipo de seguridad que quieran llevar, y que les irán descontando cada vez que regresen de pescar. Pero si bien el motor es indispensable, en el caso del equipo de seguridad, como es caro, muchos prefieren no llevarlo para no endeudarse más, ya que lo que ganan apenas les alcanza para, con muchas carencias, sostener a sus familias.

Por si fuera poco, tienen además que firmar por la carnada, el hielo, los cordeles, los anzuelos, por todo.

Viveza y corrupción

Aquí hay que señalar que los empresarios no debieran cobrar a los pescadores la gasolina que emplean para ir a trabajar al mar, sino debieran ser ellos mismos, como dueños que son, quienes les den el combustible, porque es su propio negocio.

Es tan absurdo que les cobren el combustible como si, por ejemplo, una empresa repartidora cualquiera dijera a sus choferes que, si quieren salir a trabajar, tienen que pagar la gasolina que consuma el camión.

Tampoco les deben cobrar por el equipo de seguridad, ya que es indispensable para un rescate, pero la mayoría de los empresarios lo cobra porque en la pesca no hay ley que valga, ya que si la hubiera, la Capitanía de Puerto y las otras autoridades que confluyen en las actividades de la costa no permitirían que los dueños entreguen a sus trabajadores esas embarcaciones sin los equipos de radio y localización indispensables para no poner innecesariamente en riesgo sus vidas, y quienes se atrevieran a hacerlo, por principio de orden, deberían recibir fuertes multas, el decomiso de la embarcación, y la cancelación del correspondiente permiso de pesca.

Pero, como señalamos arriba, no los dotan de esos equipos necesarios e indispensables porque nada más se los ponen si el pescador los paga, lo que, desde luego, el pescador no puede hacer, en primer lugar, porque lo poco que gana apenas le sirve para sostener a su familia; en segundo lugar porque si lo asaltan en el mar, lo que sucede con frecuencia, se lo roban y a pesar de eso lo tiene que pagar; y en tercer lugar porque son equipos delicados que duran nada más dos o tres años y no pueden estar pague y pague todo el tiempo, porque no les alcanza, ya que también tienen que pagar, a plazos, el motor que les da el permisionario, y sus composturas. Los motores se los dan en $200 mil o $300 mil, según sea el tipo, y se desgastan muy rápido, por lo que tienen que cambiarlos por uno nuevo casi cada tres años.

Incluso en el caso de los que bucean para pescar, son muy pocos los patrones que les dan un equipo de emergencia, es decir, un tanque de oxígeno auxiliar que les sirva de primeros auxilios si se descompresionan, y como el estado no ha puesto cámaras hiperbáricas en los puertos, porque no quieren quitarle el negocio a los hospitales particulares que se mochan, quienes tienen la desgracia de sufrir una descompresión, como están en el mar, tardan en llegar al puerto y luego tardan también para llegar a Mérida, por lo que a veces, lamentablemente, no alcanzan a salvarse, es decir, mueren por falta de atención oportuna dejando viudas y huérfanos sin recursos para vivir.

El colmo: dicen que en el Hospital Agustín O´Horan hay una cámara hiperbárica pero, curiosamente, a pesar de ser un hospital público del estado cobra por sus servicios, Y aunque debiera tener guardias a toda hora, porque a toda hora del día y de la noche hay pescadores trabajando, no cuentan con personal en todos los turnos, además hay quejas porque es un servicio muy lento, y porque allá se les mueren los pacientes, de manera que en las noches los compañeros de los pescadores descompresionados, o sus familias, tienen que acudir a alguna cámara hiperbárica particular y, la más barata, les cuesta $8 mil pesos, dinero que les da en préstamo la tienda de raya del permisionario, pero lo tienen que firmar y pagar.

Se pasan de listos

Esos empresarios también se pasan de listos porque como dueños de las embarcaciones y acumuladores de los permisos de pesca, son al mismo tiempo propietarios de las bodegas donde se entrega el producto, y eso les ha permitido poner en práctica la ilegal costumbre de reunirse -sin participación de la autoridad, que está borrada y los deja hacer lo que quieran a pesar de que hay leyes contra el monopolio- para fijar, más bien castigar, los precios que les conviene pagar por kilo de cada especie que les llevan los pescadores-trabajadores-esclavos de sus lanchas. Pescadores que, en apego a la verdad, son empleados no reconocidos de sus empresas.

Así, resulta que como esos empresarios controlan toda la costa y se ponen de acuerdo para no pagar ni un peso más de lo acordado en sus juntas “secretas”, cada vez pagan menos, lo que empobrece más a los pescadores y sus familias, al mismo tiempo que los enriquece más a ellos.

Lo peor es que los gobiernos estatal y federal solapan que este tipo de empresa niegue todas las prestaciones de ley a sus trabajadores, de modo que si tiene, por ejemplo, 90 embarcaciones, en las que manda al mar a 270 pescadores -3 por cada lancha-, se está ahorrando el pago del Seguro Social de 270 empleados, lo que no solamente es ilegal, sino francamente criminal, por el daño que se infiere a sus familias y a la sociedad, ya que si a algún pescador se lo traga el mar, lo que ocurre con demasiada frecuencia, como no tiene seguro de vida, su familia se queda sin apoyo económico alguno, es decir, en un estado de total indefensión. Hay que recordar que todavía están desaparecidos ocho pescadores a los que NO se les avisó a tiempo de la llegada del último ciclón por la falta de equipos de comunicación, que como ya se dijo, solamente se les dan si los pagan a plazos, pero no los pueden pagar.

De igual forma, si algún familiar se enferma no cuentan con apoyo alguno para medicinas, y tienen que pedir un préstamo a la tienda de raya de la empresa para pagar de su bolsa sus consultas con médicos privados. Además, nunca tendrán derecho a vivienda y, al término de su vida laboral útil, no contarán con una pensión.

Paraíso del capitalismo salvaje

Es por todo eso que la pesca se ha convertido en el paraíso del capitalismo salvaje, pues en contubernio con los funcionarios neoliberales de las anteriores y las actuales administraciones, pasan sobre el estado de derecho y hacen a un lado no solamente la Ley Federal del Trabajo, sino incluso las leyes relacionadas con la Protección Civil, porque curiosamente, a pesar de que ser pescador es un empleo de muy alto riesgo, más que, por ejemplo, ser policía, torero, o bombero, y a pesar de que supuestamente hay una Capitanía de Puerto encargada de poner orden, nadie vigila que se cumplan las disposiciones de ley en materia de embarcaciones y de salidas al mar, por lo que, como se explicó antes, los propietarios no les ponen los equipos indispensables de seguridad, o les ponen uno, el más barato e ineficiente, y el más caro y eficiente, por ejemplo el localizador GPS, nada más lo ponen si el trabajador acepta pagarlo. Por eso sucede que, si le ponen un radio simple, no le ponen chalecos, o al revés: si le ponen chalecos, no le ponen radio.

Y son tan poco preocupadas las autoridades relacionadas con la pesca y la seguridad que, asómbrense, la mayor parte de los pescadores ni siquiera sabe nadar, sin embargo, muchos tienen su “tarjetón”, una especie de licencia de conducir, que se les debe entregar después de que tomen un curso cuyo costo es de $650 pesos, pero por 350 pesos más de mordida, es decir, por mil pesos en total, se los dan hasta sin tomar el curso.

No contamos

Este fragmento de una entrevista, es un ejemplo de las cuentas injustas¿ que les hacen a los pescadores.

-En la temporada del pulpo, si salgo, puede ser que regrese a los dos o tres días trayendo 150 kilos. Como me lo pagan a 100 pesos el kilo, son $15 mil pesos. De allá me quitan 10 mil de la salida, con lo que pago todo lo que pedí: la gasolina, el préstamo para los víveres, la carnada, el hielo, y lo demás.

Entonces me quedan $5 mil pesos. De allá, el 30 por ciento ($1666 pesos) es para la empresa, con lo que se va pagando el motor, y todo el equipo que pidamos, como radios, navegadores, etcétera, aunque muchos no piden este equipo. Y lo que queda: $3,334, lo vamos a dividir entre los dos o tres que fuimos. Si es entre dos, nos va a tocar a $1667 a cada uno. Si es entre tres, nos toca a $1,111.

Claro, podría estar mejor pagado, pero ya sabes -en este país-, los pescadores no contamos.

(Continuará).

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