El muro de Trump en Arizona: Militarización fronteriza en época de covid
En época de covid-19, la militarización y la construcción de muros en la frontera de Sonora-Arziona no paran. Por el contrario, es eje fundamental de la economía de guerra promovida por Trump
Texto: Víctor Ronquillo/Programa de Asuntos Migratorios de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México/ Fotos: Montserrat Narro e Isabel Mateos/ PIE DE PÁGINA
Puede imaginarse el nuevo muro erigiéndose en Arizona, en la frontera con Sonora, extendiéndose por 67 kilómetros a través del desierto, hábitat de flora y fauna, rico ecosistema donde la vida abunda, aunque parezca lo contrario. El muro, de acuerdo a la extravagante idea de Donald Trump, debe estar pintado de negro, una barrera por la que no se pueda escalar, que imponga respeto y disuada de cruzar al otro lado de la frontera a todos aquellos que, si no son criminales, lo parecen, a los ojos del poderos presidente en campaña.
La firma constructora Fisher, Sand & Gravel recibió un contrato por más de mil millones de dólares para erigir este tramo del muro. Esta es Una firma dedicada a la construcción, cuyo dueño es Tommy Fisher, poderoso aliado de Trump y de la facción del Partido Republicano más conservadora, con una filiación ideológica de derecha como la de Steve Bannon, ex asesor de Trump y uno de los ideólogos de su proyecto político.
El diario Arizona Daily Star dio la noticia de la adjudicación del contrato. Este tiene el mayor monto de los contratos otorgados para la construcción de los diferentes tramos del muro de Trump, al que calificó como uno de los mayores proyectos de infraestructura federal en la historia de Estados Unidos. Fisher es un hábil empresario, que sabe moverse en las turbias aguas de la política y el negocio. Es un personaje mediático, quien según el mencionado diario pagó 145 mil dólares a un grupo de expertos cabilderos que hicieron su labor con políticos dispuestos a ganar posiciones y beneficios al establecer una provechosa alianza con una poderosa empresa constructora respaldada nada y nada menos que por el mismo presidente de los Estados Unidos.
Stop the wall
Justo cuando la primera Caravana procedente de Centroamérica cruzaba por México, cuando miles de personas de Honduras, de Guatemala, de El Salvador, se unieron en un verdadero éxodo que avanzó miles de kilómetros hasta llegar al norte y chocar con la militarización de la frontera, dispuesta por el gobierno de Estados Unidos, en la Ciudad de México se celebraba el Octavo Foro Social Mundial de las Migraciones. Eran los primeros días de noviembre de 2018.
Una de las campañas de mayor relevancia lanzadas al abrigo de los trabajos del mencionado foro fue Stop the Wall. Paren los muros, la construcción de barreras que representan la intolerancia, que niegan el derecho a migrar. La construcción de muros deriva de un pensamiento conservador, de economías a las que conviene “regular” la utilización de la mano de obra migrante en su beneficio y es también un creciente negocio vinculado a la industria mundial de armamento.
Maren Mantovani, incansable activista en favor de los derechos humanos, coordinadora de las relaciones internacionales de la campaña Stop the wall, promovida por varias organizaciones del pueblo palestino, puso el dedo en la llaga al hablar sobre la proliferación de los muros en el mundo cuando conversamos en los trabajos del foro social sobre migraciones:
“Lo que denunciamos es que la construcción de los muros, la militarización de las fronteras, no solamente conforman un proyecto político ideológico, sino que tras ese proyecto hay un gran negocio que está creciendo cada vez más “. Maren Mantovani
Un negocio de miles de millones de dólares que puede multiplicarse en tiempos de coronavirus, cuando la ideología de personajes como Donald Trump, protagonista de un proyecto político y económico que uso como bandera el aislacionismo (“America First”), puede encontrar eco en cerrar fronteras frente a la realidad y la dinámica social de un mundo que pese a todo se ha globalizado. El miedo es una eficaz arma de control y también genera votos en tiempos de campaña política.
En la Sala Oval de la Casa Blanca, el centro neurálgico del poder político en Estados Unidos el jueves 28 de mayo Trump justificó las medidas restrictivas implementadas por su gobierno ante la migración y justificó la existencia del muro ante un grupo de periodistas como lo reportó el diario Reforma (28/V/2020).
Mentiras, verdades a medias, el sinuoso discurso de uno de los hombres más poderosos (y peligrosos) del planeta:
“México está pasando un momento muy grave, como saben, con el Covid, especialmente a lo largo de la frontera, en Tijuana y otros lugares. Por fortuna tenemos un muro ahí y nos está salvando”. Trump
Trump olvidó que Estados Unidos es el epicentro de la pandemia en el continente americano. Que, lamentablemente, su país ha sufrido los mayores efectos de la propagación de la pandemia en el mundo con un saldo de un millón 720 mil casos y más de 101 mil fallecidos. Según muchos observadores, esta realidad es efecto de la lamentable actuación de su gobierno frente a la crisis sanitaria que al inicio de este funesto año negó como una realidad que afectaba ya al mundo.
Guerras de este siglo
“Tenemos un proyecto político siempre más a la derecha, siempre más xenófobo», afirma Maren Mantovani, quien ve en los migrantes a los culpables de una crisis construida por el capital, y no por los migrantes. «Migrantes que se encuentran en esta condición por las acciones destructoras del capital y de las guerras que provocan los países que están construyendo esos muros”.
Guerras de distintos rostros y características, guerras de este siglo, distintas a las del siglo pasado. Guerras que generan decenas de miles de muertes en el mundo, un enorme dolor humano y toda una economía con beneficiarios, como la industria de las armas y los recursos tecnológicos utilizados para el control de las fronteras y las mafias dedicadas al tráfico de personas en el mundo.
Trump justificó la construcción del muro en la frontera con México, en su ruta tras la reelección, hace más de un año, el pasado 16 de enero de 2019, con uno de sus famosos tuits:
“Ahora existen 77 muros importantes o significativos construidos alrededor del mundo, 45 países planean o construyen muros. Se han construido más de 1280 kilómetros de muros en Europa apenas desde 2015. Todos han sido reconocidos como exitosos en cerca del 100 por ciento”.
Otro más de los intentos de contravenir la realidad con palabras y prejuicios. Lo que estos muros han provocado es el aumento en negocios relacionados con el tráfico de personas. Y ha generado ganancias para las empresas dedicadas a la venta de los más sofisticados equipos y recursos con el propósito de detener la migración; que no lo logran, y en cambio sí han generado verdaderas tragedias en las rutas de la migración mundial.
Sin embargo, si de lo que se trata es de mantener y propagar lo que podemos llamar una “guerra contra los migrantes”, la construcción de los muros en el mundo ha sido un éxito.
“Es interesante ver quien está construyendo los muros – observó Maren Mantovani, cuando conversamos en el Octavo Foro Social de las Migraciones celebrado en el Centro Cultural Tlatelolco de la ciudad de México–. «Son los países ricos, son los países que están haciendo las guerras, quienes provocan fenómenos como el desplazamiento forzado y la realidad en que viven millones de personas refugiadas en el mundo. Son los países donde existen las trasnacionales que están creando los desastres económicos y ecológicos que provocan que las personas tengan que emigrar”.
La ONG Transnational Institute define su trabajo como una constante tarea de investigación y promoción de políticas por un mundo más justo, democrático y sostenible. Con sede en Washington esta organización publicó el año pasado el informe El Negocio de construir muros.
“¿Quién acabó con el sueño de una Europa más abierta? ¿Qué dio lugar a esta nueva era de muros? Es evidente que los motivos son muchos. Entre ellos, cabría citar el desplazamiento creciente de personas a causa de los conflictos, la represión y el empobrecimiento, el auge de determinadas políticas de seguridad tras el 11 de septiembre de 2001, y la inseguridad económica y social que se experimenta en toda Europa tras la crisis financiera de 2008. Sin embargo, hay un sector que tiene mucho que ganar con la construcción de nuevos muros: las empresas del complejo militar industrial y de seguridad. Su influencia en la creación de un mundo con muros exige un examen mucho más profundo”.
Se lee en las primeras páginas de este recomendable informe que aporta datos sobre las ganancias de las empresas dedicadas a la construcción de los muros en Europa y a lo que se puede considerar su provisionamiento técnico.
“El negocio de la construcción de muros ha alimentado un enorme incremento del gasto público en seguridad de fronteras por parte de la Unión Europea (UE) y sus Estados miembros e impulsado una industria que ha lucrado con ello. Algunas de las empresas beneficiarias son también actores globales, que sacan partido de un mercado mundial de seguridad de fronteras cuyo valor, en 2018, se calcula en unos 17 mil 500 millones de euros, con un crecimiento anual previsto de al menos el 8 por ciento para los próximos años”.
Si el negocio de la construcción de muros es redituable, las mayores ganancias están en el aprovisionamiento técnico para que esas barreras físicas funcionen, en la utilización de los más sofisticados recursos para el control fronterizo. La guerra de la tecnología en contra de los migrantes del mundo despliega un abanico de tecnologías y dispositivos, drones, identificación facial, uso de sistemas biométricos y demás recursos.
… Y el enemigo son los migrantes
Tras del discurso de un pensamiento conservador que culpa a los migrantes de la crisis económica, de los absurdos de un sistema—mundo que toca fondo en época del coronavirus–, están los beneficiarios del negocio de las armas y la construcción de muros. El 15 de junio de 20015, durante el lanzamiento de su campaña para la presidencia de EU, Donald Trump reveló su plan de instaurar un muro en la frontera. Cinco años después y ya en la contienda electoral por su reelección, el discurso antiinmigrante sigue siendo uno de los ejes del proyecto económico y político que favorece el complejo industrial militar. Este es uno de los principales basamentos de la economía de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.
María José Rodríguez Reja, profesora e investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, expone lo que significa en nuestros días el capitalismo de guerra en las páginas del libro La Norteamericanización de la Seguridad en América Latina (Ed. Akal, 2017):
“El capitalismo de guerra neoliberal adquiere en la concepción y estrategia estadunidense una dimensión profundamente violenta y osada en la que se expresa la visión del mundo que impone a otros, y sobre la que trata de legitimar sus acciones; a partir de ésta construye la concepción del enemigo y se definen las amenazas a enfrentar desde una estrategia de guerra que es consustancial a sus intereses”.
María José Rodríguez Reja
Y el enemigo son los inmigrantes. Hace algún tiempo la patrulla fronteriza promovía recorridos para periodistas por la frontera del desierto de Sonora y Arizona. Esto, con el ánimo de disuadir a quienes intentarían ir al norte. Mientras recorríamos una de las tantas rutas transitadas por los migrantes, alguno de los oficiales encargados de aquel tour me dijo orgulloso: “tenemos todo bajo control”. La principal atracción de ese tour era la tecnología desplegada en los senderos del desierto: cámaras ocultas en piedras y cactus; sofisticados equipos de ultrasonido capaces de registrar las diferencias entre la presencia de algunos animales o de ganado de los pasos de los migrantes; torres de vigilancia a las que no escapa ningún movimiento sospechoso a la distancia de cientos de kilómetros. La militarización de la frontera, además del creciente despliegue de efectivos de vigilancia, incluye un tramado tecnológico que se extiende por puntos estratégicos en los más de tres mil kilómetros que dividen, no sólo a México y Estados Unidos, sino al norte y al sur de este mundo de inequidad y capitalismo salvaje.
El negocio de la seguridad fronteriza está en auge y ha tenido un impresionante crecimiento después del 11 de septiembre del 2011. Algunas de las empresas beneficiadas por este negocio son Lockheed Martin, poderosa referencia en el campo aerospacial, uno de sus productos es el Lockheed Martin 74 K Aerostat: un enorme dron con forma de zepelín. En aquel viaje de demostración de los recursos tecnológicos de la Patrulla Fronteriza, hubo un momento estelar para que un grupo de periodistas venidos de distintas regiones América Latina se impresionara.
El presupuesto de la seguridad fronteriza ha ido en aumento dentro del Presupuesto de Defensa de Estados Unidos. En las páginas del libro Border Patrol Nation: dispatches from the Front Lines of Homeland Security (City Lights Open Media, 2014) el periodista Tod Miller afirma: “ El negocio de la tecnología de seguridad lleva 25 años en expansión […]. Esto es sólo el principio, la proyección es que esto irá en aumento tras la llegada de Donald Trump”. Sin duda ha sido así, una inversión de miles de millones de dólares en la frontera y su militarización, que hoy se espera reditúe en votos a favor de la relección.
El negocio de la guerra reporta enormes ganancias para los fabricantes de armas y en muchas ocasiones también de los sofisticados instrumentos para el control de las fronteras. La influencia política de estos grandes consorcios es determinante.
Según datos del Instituto Internacional para la Paz de Estocolmo, el mercado de las armas a nivel mundial es de 100 mil millones de dólares. Las empresas estadounidenses con su determinante influencia política, son líderes en ese negocio. Los consorcios productores de armas para la guerra y de tecnología para la seguridad y el control fronterizo estadounidense concentran el 34 por ciento de ese jugoso mercado mundial.
Desde la década de los años ochenta, cuando se inició el proceso de militarización de la frontera con la Operación Guardián, en la frontera Tijuana—San Diego, la tecnología de guerra es usada en la seguridad fronteriza. Los drones Lockheed Martin 74 K Aerostat, vigilantes de los cielos fronterizos, son una adaptación de los drones usados por la OTAN en la guerra de Irak.
Una de las muchas guerras de hoy se libra en las fronteras con su militarización. Una guerra que representa un muy buen negocio y parte central de la estrategia política de Trump.
Maren Mantovani, quien en 2018 promovió a nivel mundial la campaña Stop the wall, define a los muros como instrumentos de guerra:
“Lo que estamos viendo es que las ideologías, las metodologías, las tecnologías de la guerra están entrando en el espacio civil. Hoy ya no tenemos más guerras tradicionales, tenemos guerras infinitas, guerras asimétricas, guerras de cualquier tipo que no son definidas territorialmente o temporalmente. Estamos en una eterna condición de guerra y esto significa que estas empresas militares tienen cada vez más mercados para vender sus armas. No solamente lo hacen ahora en un espacio y tiempo específico sino en cualquier lugar y con diferentes fines”.
En Arizona se erigirá pronto un tramo más del muro de Trump, en otro capitulo de su personal guerra en contra de los migrantes. Un muro que tal vez anuncie una nueva época, cuando las restricciones fronterizas del mundo sean cada vez más rigurosas y el derecho a migrar sea negado con el argumento de que los migrantes en su paso pueden provocar contagios.
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