El presidente y los activistas: crónica de un desencuentro en Cuautla, Morelos

Al-Dabi Olvera y Daliri Oropeza / Pie de página

Habitantes agraviados por la imposición del Proyecto Integral Morelos protestaron en la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador por la decisión de realizar una consulta sobre sus territorios. El encuentro llegó a tal punto de rispidez con las comunidades opositoras que algunos compararon el hecho con la ruptura entre Zapata y Madero hace más de 100 años

CUAUTLA, MORELOS.-Un conjunto de activistas y campesinos realizan una pequeña asamblea después de manifestarse frente al presidente del país. Con el rostro colorado por el sol, o por el coraje, deliberan sobre el repentino cambio de rumbo que tomará su lucha; una lucha por la defensa de la tierra y el agua de seis años que, en este lugar, tiene reminiscencias históricas, pues aquí es donde Emiliano Zapata se levantó en armas para lograr la restitución del territorio robado ancestralmente a campesinos.

“Es lamentable lo de Andrés Manuel López Obrador. No puedo dejar de pensar en un momento: cuando Madero entra el poder y le da la espalda al general Zapata. Esto me recuerda a esa página de la historia”, dice Samir Flores, un joven campesino habitante de Amilcingo, en el municipio morelense de Temoac.

Habitantes de las comunidades que integran la Asamblea Permanente de los Pueblos de Morelos (APPM) lograron colarse a una orilla al lado derecho del estrado donde el primer presidente emanado de la izquierda en décadas les hizo una propuesta sobre el conflicto que los mantiene en vilo desde hace seis años: la imposición en sus tierras y aguas de una red de megaproyectos para la generación de electricidad, llamado Proyecto Integral Morelos (PIM).

De López Obrador esperaban una resolución definitiva: la cancelación del megaproyecto por los daños sociales y ambientales que ha provocado. En campaña, el entonces candidato de Morena criticó duramente el proyecto. Ahora, previo al evento, los pobladores pusieron en altavoz un audio del 2014, durante una visita del tabasqueño al municipio de Yecapixtla, donde despotricó contra la termoeléctrica:

“¿Cómo poner en la tierra de Zapata, el mejor dirigente social que ha tenido México, una termoeléctrica? Es como poner una planta nuclear en Jerusalén. Nosotros vamos a defender, como sea, a los pueblos”, dijo entonces.

Los sectores organizados de las comunidades que entonces le aplaudieron no reciben la respuesta que esperan. Por el contrario, López Obrador los puso contra las cuerdas al proponer, como ahora estila, una consulta abierta en los municipios afectados los días 23 y 24 de febrero. Es decir, los opositores tienen menos de dos semanas para volver a recorrer Tlaxcala, Puebla y Morelos e informar a una población ya lastimada por los proyectos.

La termoeléctrica comenzó a construirse en 2011 sin consulta previa a los pueblos, por lo que en 2018, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos emitió una recomendación a la CFE, Semarnat y Comisión Nacional de los Pueblos Indígenas. El PIM, del que forma parte la termoeléctrica, incluye también el funcionamiento del gasoducto en las cercanías del volcán Popocatépetl, lo que de acuerdo con el Centro Universirtario para la Prevención de Desastres Naturales, de la BUAP, implicaría un riesgo.

Los integrantes de la APPM temen también por la contaminación y desabasto de agua en la región.

No hubo diálogo, como el presidente prometió en su conferencia matutina del viernes, sino confrontación de posturas.

Esta es, pues, una crónica del comienzo de un desencuentro entre campesinos que confiaron en un gobierno que les cambió la jugada.
* * *

Después de toda una odisea para colarse al margen del escenario montado para la ocasión, arriba de una tarima improvisada, los activistas gritan fuerte ante la llegada del presidente.

Frente a ellos hay una banda de música con chinelos, la danza y el vestuario típico de Morelos. Los chinelos bailan y la banda toca fuerte. Los reclamos se opacan a veces, pero los manifestantes insisten bajo el sol recio de Cuautla.
Una pancarta dice: “Presidente, cumple la promesa de campaña que dijo en Yecapixtla: la cancelación de la termoeléctrica.”

El presidente, con un bastón de mando en la mano, recibe aplausos de otros sectores sentados entre rejas. La profesa de activistas y campesinos no amengua. Son quizás las voces de reclamo de un lustro contenidas: represión, incursiones de granaderos en sus comunidades, flujo de dinero para compra de consciencias, cárcel, división de los pueblos.

El gobierno estatal del perredista Graco Ramírez (izquierda) y el federal del priista Enrique Peña Nieto (neoliberal) les dieron con todo. Este domingo, las calles aledañas están cercadas por el Ejército, fluyen ríos de gente, López Obrador se deja apapachar a su llegada por casi media hora. En el estrado se encuentran el gobernador Cuauhtémoc Blanco (rechiflas), y el director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett (rechiflas). Abajo del templete, el súper delegado federal de Morelos, Hugo Eric Flores.

“Es casi un acto priista”, dice una persona que protesta.

El presidente comienza a hablar. Integrantes de la asamblea reciben, en primer lugar, promesas de becas, de apoyos al campo, pensiones para adultos mayores. “¡Queremos justicia, no migajas!”, grita alguien más.

Pero hoy, para el gobierno que declaró que 2019 es el año de Zapata, el caudillo del sur queda borrado de nuevo del oficialismo. La manta del evento dice: “propuesta del Gobierno Federal Planta Termoeléctrica en Huexca”.

Esta vez no hay una caricatura oficial del general, como sí la hubo en Ayala hace un mes. Jorge Zapata, nieto de “El Jefe”, está en el estrado. No se le permite hablar.

Zapata está hoy en las consignas al margen:

“¡Sí Zapata /viviera / contra la termo estuviera!”

“¡Zapata / caíste / pero nunca te vendiste!”

“¡Agua sí / termo no!”

Chocan ruidos, sonidos, música.

Entre protestas, el presidente habla en tono conciliador: “Antes de dar a conocer nuestra propuesta…”

—Primero cancela la termo— grita alguien.

—Hay que escuchar su propuesta — responde algún conciliador.

—No tiene propuesta. Ya sabemos qué va a decir — dice otro manifestante.

—¡Mentiroso!¡Tus palabras no valen! — gritan a coro.

El presidente alza la mano derecha: “No quiero que me confundan, yo no soy corrupto ni soy autoritario”.

—En 2014 dijiste que no a la termo— interrumpe alguien más

—¡No a la falsa consulta, Obrador!

El presidente se desespera. Se le nota enojado. Golpetea el púlpito: “el pueblo es sabio, el pueblo puede decidir…”

Abajo, la Asamblea de Pueblos le insiste en la cancelación. Él habla del interés de la nación; ellas, ellos, del interés de preservar el agua y la vida. La tensión sube. Ya no es solo una esquina donde hay protestas protestas, ejidatarios de Usuarios del Río Cuautla también alzan la voz desde distintos puntos lugares y muestran carteles contra la termoeléctrica que están repartidos por todo el evento.

Sigue el presidente en su explicación: “Es un asunto heredado (…) La especialista de Conagua, Blanca Jiménez (la funcionaria pone cara de sorpresa) me dice: ‘no hay problema, no se va a agotar el agua ni se va a contaminar’. Y le creo a ella…”.

—Pues tómate un vasito…

—Agua sí, termo no.

—¡Cancelación, cancelación!

Los gritos siguen. El presidente dice que ha venido a dar la cara: “Llevo tres reuniones de este tema y le dije a los técnicos, a Blanca Jimenez, busca un organismo de la ONU para que certifique la calidad del agua”.

—¡No te has reunido con los pueblos!— refutan

—Vente a vivir a Huexca — reclaman

—Obrador decía, que todo cambiaría: mentira, mentira, la misma porquería— corean.

El presidente habla de la mitigación de los daños: “Como reparación del daño, en caso de que opere la termoeléctrica, en Morelos y los municipios de Tlaxcala y de Puebla por donde pasa el gasoducto van a tener la tarifa eléctrica más baja”.

—¡No! No vamos a comer luz— responden los agraviados.

El presidente les mira y señala con su dedo índice. Sigue su arenga: “Y si la gente dice no, es el pueblo el que manda. Que todos actuemos con responsabilidad”.

Los aplausos en las primeras filas chocan con los reclamos de las orillas.

Con un megáfono, insisten las mujeres de Huexca en que les cumpla. El presidente insiste: “Aunque haya gritos y sombrerazos, va a ser el pueblo el que decida”.

Luego, arenga contra los que se oponen:

“Yo entiendo que hay ambientalistas auténticos, pero también hay intereses creados. Saben ustedes que en este periodo neoliberal la CFE tiene que comprar la mitad de la energía eléctrica que consumimos a precios elevadísimos y hasta con subsidios. Y ¿qué les gustaría a esas empresas extranjeras? Escuchen: radicales de izquierda (señala con el dedo índice de la mano derecha)… que para mí no son más que conservadores. Escuchen: si no se utiliza la termoeléctrica de la CFE de una empresa de la nación, en vez de tener la luz para alumbrar todo Morelos, tendríamos que seguir comprando la luz a las empresas extranjeras”.

—¡Pero el gasoducto es privado, es de españoles!

A mano alzada, pregunta ¿quién está a favor? En las filas de adelante se levantan las manos. Y en contra, manos esparcidos en los costados y atrás.

Ya encarrerado, empieza a gritar: “Nosotros no queremos conservar nada, queremos transformar, cambiar esta realidad de opresión de injusticias, y acabar con la corrupción y la impunidad para heredar un México con dignidad y justicia”.

Donde están los afectados se forma un silencio, de algunos segundos, acaso. Es difícil describir el efecto de esta frase. Quizás tristeza. Luego vuelven los gritos:

—¡Eso no. Te recibimos en 2014

—¡Palero, palero, palero Madero!

—¡Eres un Guajardo!

* * *

Aquí, en Cuautla, Zapata y Madero tuvieron un desencuentro que mostró la divergencia de preocupaciones originales de ambos. El 18 de agosto de 1911 se reunieron el campesino y el político para tratar la licencia de las tropas zapatistas y el asunto agrario por el que se levantaron en armas. Madero no daba garantías de la restitución de tierras, sino un acuerdo de ambas partes con hacendados. Zapata no estaba dispuesto a rendirse sin garantías para los campesinos.

El apoyo que el zapatismo dio a Madero se fue desvaneciendo ya cuando el segundo fue presidente y, en Palacio Nacional, ofreció a Zapata una hacienda. Zapata enfurecido le dijo: “No, señor Madero. Yo no me levanté en armas para conquistar tierras y haciendas. Yo me levanté en armas para que al pueblo de Morelos le sea devuelto lo que le fue robado. Entonces pues, señor Madero, o nos cumple usted, a mí y al estado de Morelos lo que nos prometió, o a usted y a mí nos lleva la chichicuilota”.

Madero contestó a sangre y fuego.

Termina el acto. Jorge Zapata dice en entrevista: “Esto apenas empieza. Hasta que no nos compruebe que va a aumentar el agua y no va haber contaminación hasta entonces vamos a permitir esa termoeléctrica, hasta entonces no.”

Luego agrega: “escuché el discurso del presidente cargado con los dados a la termoeléctrica. Yo estoy en contra de la termoeléctrica”.

Abajo, donde están los afectados, jóvenes despliegan una enorme manta que dice Tierra y Libertad. Se desmaya una mujer de Huexca. Roja y con sudor en el rostro, asegura que le da coraje. Mujeres lloran, enojadas.

Hombres cabizbajos, afectados por el gasoducto, dicen: “¡qué bueno que se llevó esta impresión de Morelos. Nos va a conocer!”.

Ahora, la Asamblea delibera cómo hacer frente a lo que vislumbran como una futura traición. Algunos piensan: “logramos nuestro cometido, protestar y que se nos escuche.” Otros están más bien decepcionados.

Juan Carlos Flores, quien estuvo preso nueve meses en 2015 por oponerse al gasoducto en Puebla, explica: “La consulta es exprés, inequitativa con los afectados en sus territorios”.

Poblaciones como Cuernavaca van a decidir por Huexca. Está sustituyendo un derecho a la consulta de los pueblos por una consulta con medios de comunicación que desdibuja tanto a los pueblos como a los volcanes que los rodean”.

Flores revela que interpondrán un amparo y apelará a la violación del derecho a la consulta indígena de los pueblos.

Teresa Castellanos, de Huexca, se siente traicionada: “Creímos en él y nos muestra su careta. Él nos vendió otra cosa”.

Samir Flores agrega: “es lamentable cómo nos ha llamado hoy, de esta manera denostativa a quienes estamos agraviados y luchamos por la Tierra”.

El joven campesino reitera que ya existen estudios técnicos del Centro Universitario Para la Prevención de Desastres Regionales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y de la misma UNAM sobre el asunto que ellos mismos entregaron a López Obrador.

Recuerda que mucho dinero ha fluido para dividir a las comunidades y construir grupos de choque durante los gobiernos de Graco y Peña.

Y vuelve a ir al pasado:

“Volvemos a caer en el mismo punto: la defensa de la tierra como hace 100 años. Pero se va a topar con la resistencia de los pueblos”.

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