Sinaloa: Historias del infortunio

Gloria Leticia Díaz, Sinaloa.

LOS MOCHIS, SIN. (Apro).- Maestra de preescolar retirada, Mirna Nereyda es alta y frondosa. Hoy lidera a Las Rastreadoras, un grupo de mujeres que desde septiembre del año pasado explora los campos agrícolas de los municipios del norte de la entidad en busca de sus hijos desaparecidos.
Son alrededor de 20 y forman parte del equipo operativo de un colectivo de más de un centenar de madres llamado Desaparecidos de El Fuerte. Mirna Nereyda creó la agrupación a partir de la desaparición de su hijo Roberto Corrales Medina ocurrida el 14 de julio de 2014.
Las Rastreadoras tienen un registro de 140 desaparecidos en los municipios de El Fuerte, Choix y Ahome. Hasta ahora han encontrado 28 cuerpos, seis de ellos fueron identificados y entregados a sus familias. Hay indicios de que ocho más son familiares de los integrantes del grupo; sólo esperan las pruebas de ADN para corroborarlo.
Mirna está entre las parcelas llenas de surcos en los que sembró maíz. Ella escucha con atención a don Roberto Montes, quien explica cómo encontró los restos en ese lugar cuando buscaba a su hijo Roberto Mario Montes Apodaca, de 33 años, desaparecido el 10 de julio de 2014. Lleva más de un año haciéndolo.
INACCIÓN DE AUTORIDADES
Luego explica a la reportera: “Aquí hay que meter una varilla y detectar si salen gases por la descomposición”.
Don Roberto y su familia iniciaron la búsqueda de Roberto Mario ante el silencio de la Procuraduría General de Justicia de Sinaloa (PGJS), donde presentaron la queja.
Cuando supo que su hijo presuntamente había sido inhumado en un paraje cercano al ejido de Ahome, él llamó a las autoridades, pero sólo llegaron a echar un vistazo y se fueron.
“Por eso buscamos a la señora Mirna para que nos oriente. Lo que queremos es encontrar a Robertito para velarlo, meter sus huesitos en una cajita y ponerla en una capillita que él construyó en la casa. Así también podrá descansar mi mujer (Irma Yolanda Apodaca), quien nomás se la pasa llorando”.
Para ayudar a la familia Montes Apodaca, Mirna solicitó el apoyo de la PGJS y de la Fiscalía Especializada de Búsqueda de Personas Desaparecidas (FEBPD) de la Procuraduría General de la República (PGR), dependencia que se comprometió a ayudarla en el rescate de cuerpos el 23 de junio pasado, luego de abrir 66 expedientes de los desaparecidos de El Fuerte.
Ante el silencio de la PGR, la PGJS se comprometió a realizar la expedición el jueves 10, pero de última hora canceló su participación y le prohibió a Mirna acercarse al terreno.
“Dicen que no me acerque porque voy a borrar las evidencias. ¿Cuáles evidencias? Si el muchacho (Roberto Mario) está ahí. Lleva más de un año enterrado. Lo único que su familia quiere es el cuerpo”.
CIFRAS CONFUSAS
Durante la entrevista Mirna Nereyda Medina intenta comunicarse con Joaquín Torres, contacto entre Las Rastreadoras y el subprocurador de Derechos Humanos de la PGR, Eber Betanzos, quien se comprometió a apoyar al grupo sinaloense.
Mientras acciona su celular, suelta: “Son chingaderas que nos dejen solas. Si estuviera apoyándonos la PGR, la procuraduría (estatal) estaría en lo suyo y la PGR con nosotros. Deberían enviarnos un equipo de búsqueda, pues más de 60 denuncias (presentadas por Las Rastreadoras) no son pocas, el resto —80— todavía están en la procuraduría local”.
La cifra es un logro mayúsculo, pues los familiares de desaparecidos vencieron el miedo y presentaron sus denuncias. Lo hicieron para conmover a autoridades, pues en el norte de Sinaloa la guerra por el control de la región se inició en 2010.
Ahí, dice la entrevistada, los cárteles de Joaquín Guzmán Loera y el de los hermanos Beltrán Leyva —”notoriamente mermado”— condenaron a los habitantes de la región, vecina al Triángulo Dorado, a vivir inmersos en la violencia.
Cuenta que a partir de 2013 las paredes de mercados públicos, los postes de las avenidas más transitadas y los puentes peatonales se poblaron de carteles y mantas con rostros de los desaparecidos, la mayoría eran hombres jóvenes, en los que solicitaba a la población información sobre sobre su paradero.
CIFRAS DIFERENTES
Es el caso de O, un menor que intentó localizar a su hermano mayor y terminó por involucrarse con el mercado de drogas.
“Cuando desapareció mi hermano —relata O—, vi a mi papá y mi mamá desesperados. Siempre estaba solo y un día fui a buscar a los batos que venden droga cerca de la casa. Les pregunté si ellos lo habían levantado.
“El jefe me dijo que no sabía nada, que iba a investigar. Me pidió que le ayudara en su negocio mientras sabía algo. Fue así que me metí de todas las drogas; al principio lo hice para olvidar lo que le pasó a mi hermano, después ya no podía salir”.
Al final fue rescatado por su madre, quien lo llevó a una clínica de rehabilitación. Ella sigue buscando a su hijo mayor.
“Yo le digo a mi mamá que ya deje eso (la búsqueda), que si algo le pasó a mi hermano, lo va a encontrar. Yo quiero pensar que se lo llevaron a trabajar a los campos de mariguana: Eso dicen que pasa con los desaparecidos”, asegura O.
La falta de información torna más complejo el problema. Cada dependencia maneja sus propias cifras.
El Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), por ejemplo, indica en su reporte que comprende del 1 de enero de 2014 al 31 de octubre de 2015, que de los 916 casos enlistados en el fuero federal, sólo 21 corresponden a Sinaloa; ocho de ellos ocurrieron en el Fuerte y tres en Ahome.
En tanto, la Base de Datos de Personas Desaparecidas, No Localizadas y Alerta Amber General, de la PGJS, señala que de los mil 49 reportes de desapariciones 915 corresponden a hombres y el resto a mujeres de la década de los setenta a 2015.
El 80% de las desapariciones ocurrieron entre 2009 y 2015 y se concentraron sobre todo en Ahome, con cabecera en Los Mochis, y Culiacán.
LOS LOGROS
Mirna Nereyda Medina cobró fama porque fue ella la que destapó el tema de los desaparecidos en la región norte de Sinaloa.
Su hijo Roberto Corrales, un vendedor de autopartes, fue visto por última vez el 14 de julio del año pasado en Mochicahui, municipio de El Fuerte.
Al día siguiente Mirna emprendió su búsqueda. Se enteró que el jefe de la plaza de un grupo delincuencial, Gilberto Duarte Zapién, “El Cucho”, era el presunto responsable de la desaparición de Roberto y fue a buscarlo.
Él lo negó. Días después, el 27 de julio, Duarte Zapién fue levantado. Mirna comenzó a formar su grupo en septiembre. Y cuando Las Rastreadoras comenzaron a recorrer la entidad, la familia del “Cucho” le pidió a Mirna integrarse al grupo.
Mirna relata que el 19 de julio de 2014, durante su primera búsqueda, descubrió cinco cuerpos en un área cercana a un canal de riego, donde los ejidatarios suelen tirar a los animales que se les mueren.
“Me dijeron que ahí tiraba los cuerpos ‘El Cucho’. Lo primero que vi fue una pierna que salía de la tierra. Avisé a la policía y me quedé velando en el lugar. Al día siguiente acudieron los uniformados y dijeron que los cuerpos tenían más de un mes enterrados”, dice Mirna.
El 5 de diciembre siguiente, localizó cinco cuerpos más en un paraje cercano a un canal de riego:
“Llegó la policía y me detuvo de las cinco de la tarde a las cinco de la mañana del día siguiente. Me quitaron mi teléfono. Querían que les dijera quién me había dado la información. Les dije que deberían estar agradecidos de que estaba haciendo el trabajo que ellos no quieren hacer”.
Su ejemplo contagió a las mujeres. Semanas después ya eran 38 las que comenzaron a buscar a los desaparecidos en El Fuerte; después eran 104. En febrero de 2015 Las Rastreadoras se adhirieron al movimiento de Red de Enlaces Nacionales. Eso les permitió acercarse a la titular de la PGR, Arely Gómez, para pedir la intervención de la dependencia en la región, y capacitarse para participar en la búsqueda de fosas con Los Otros Desaparecidos de Iguala.

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