Los muros gritan un reclamo ancestral en Xochicuautla
José Luis Santillán
Los días 11, 12 y 13 de septiembre del 2015, trece artistas de Oaxaca, Chiapas, Cd. Juárez, Toluca, Estado de México, Puebla y D.F., se reunieron en la comunidad indígena ñätho-otomí de San Francisco Xochicuautla, en el municipio de Lerma, Estado de México, donde está latente la imposición de la autopista Toluca-Naucalpan y el decreto presidencial emitido el pasado 9 de julio por Enrique Peña Nieto, para la expropiación de 37.9386 hectáreas de tierras de «agostadero» de uso común de la comunidad.
La Brigada de Apoyo y Propaganda (BAP) es una iniciativa que convoca a artistas de distintas geografías para solidarizarse con su arte popular a través del mural, el esténcil, el graffiti y otras expresiones gráficas, con las causas del pueblo que se organiza en contra de las injusticias que desde distintos órdenes de gobierno se pretenden imponer a poblaciones enteras. Quienes asistieron no son ajenos a estos procesos sociales, la mayoría participa, individual o colectivamente y aportan desde su quehacer artístico a las causas populares.
Así, está primera jornada de la BAP se dio cita en la comunidad indígena ñätho-otomí desde el día 11 de septiembre; se visitó el Campamento de la Paz y la Digna Resistencia que hasta el día de hoy ha logrado frenar la inversión multimillonaria para la construcción de la autopista mencionada, realizada actualmente por la constructora Teya, una empresa subsidiaria del Grupo HIGA (la misma que ha participado en el escándalo de la Casa Blanca, la casa en Malinalco de Luis Videgaray, secretario de Hacienda, el fallido tren México-Querétaro y el acueducto Monterrey VI).
Los días 12 y 13 de septiembre del 2015, fue destinada una de las bardas de la escuela primaria Anselmo Camacho, única primaria de la comunidad, donde en un principio se celebraron varias asambleas del movimiento, el cual ha mantenido una larga resistencia de 8 años agrupada junto a otras comunidades indígenas del Frente de Pueblos en Defensa de la Madre Tierra. Este lugar resultó un espacio idóneo para plasmar los trabajos gráficos y que sean las futuras generaciones quienes puedan contagiarse de los mensajes de defensa de la Madre Tierra, creados por ISK de Toluca, Dyg’nojoch de Chiapas, Mestizo del D.F., Los hijos del maíz de Xochicuautla, Chauiztle de Puebla, Bicho de Toluca, Kabeza del D.F., Castañeda Graff de Toluca, AEME de Oaxaca, Dr. Sustancia del D.F. y del colectivo México Lucha, Mambo de C.d. Juárez y del colectivo Colectivo Resiste, Lelo de Oaxaca y Gran OM del D.F.
La convocatoria se realizó por redes sociales. Algunos de los artistas no se conocían, pero fue la misma causa la que los convocó, la que ahora fortaleció lazos entre ellos y con el pueblo de Xochicuautla. Algunos llevan 4 años pintando, otros más de diez, la calle ha sido su principal lienzo y la policía su principal juez; a algunos la división graffiti de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF), creada en 2003 por recomendación del ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuiliani, les ha tratado como mano de obra sin valor, otros han sufrido represiones más severas. Pero su compromiso con las cusas más nobles del pueblo, los mantiene firmes en su convicción de ir más allá de mostrar sus inquietudes personales y convertirlas en un reclamo popular.
La resistencia indígena y el arte popular
México está como siempre, desorganizado y dado al diablo, sólo le queda la inmensa belleza de la tierra y de los indios.
Frida Kalho.
En la comunidad indígena de San Francisco Xochicuautla y su barrio La Concepción, junto con la organización comunitaria en defensa de sus tierras y territorio, una de las expresiones que ha acompañado esta lucha son las imágenes que se han pintado en cientos de bardas de la población, donde el maíz, la milpa, los animales, el cielo, rostros de pobladores, mesclados con frases e iconos de la rebeldía popular se convierten ante la mirada del transeúnte en un grito colectivo, compartido con otros pueblos indígenas del país. Así, las paredes –el espacio público– se retoma para hermanarse con el respeto y la dignidad de cientos de miles de desparecidos, de pueblos en rebeldía, de opositores a los mega proyectos, de esclavos-proletarios, de mujeres asesinadas nomás por ser mujeres, de jóvenes desaparecidos, torturados, encarcelados, de tantos y tantos dolores, que le duelen a la patria mexicana.
No ha sido fácil, nos comentan los integrantes del colectivo “Los hijos del maíz” –integrado por jóvenes hombres y mujeres ñätho de Xochicuautla– fueron ganando la confianza de las y los pobladores; poco a poco, fue más fácil a partir de que vieron que eran imágenes de calidad y que transmitían mensajes que reivindican la cultura indígena a la que pertenecen y hoy son cientos de pintas que se pueden observar al recorrer la población. Cuando se está ahí, se palpa que algo está pasando, aún sin conocer la problemática social que se mantiene, los muros hacen voltear la mirada y siembran por lo menos la duda a quienes estamos acostumbrados a vivir el espacio público como un marketing empresarial o un botín político en el que siempre deciden los gobernantes electos, por un, cada vez más, minúsculo grupo de la población ¿Quién decide lo que nuestros ojos ven?
Desde el imaginario rebelde de la iconografía del taller de gráfica popular de José Guadalupe Posada, Manuel Manilla, Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins y Luis Arenal Bastar, el muralismo de David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, hasta la propaganda revolucionaria de 1968, los 70 y 80, la gran variedad de comités y ahora colectivos de artistas gráficos del barrio, del pueblo, los graffiteros, estencileros o como refiere Cristina Híjar González: «Los productores artísticos poli y multifuncionales que en su labor no sólo integran o incursionan en diferentes géneros artísticos sino que lo mismo diseñan un cartel o un pegote, pintan un mural, imparten un taller y son promotores culturales carentes, en su gran mayoría, de patrocinios o financiamientos estatales o privados, comprometidos plenamente con un arte público, categoría que hoy enfrenta desafíos distintos a los del muralismo histórico».
La BAP, asume su momento histórico y se compromete, se suma a un esfuerzo ya encaminado de «otros» que ya han pintado estas calles, este pueblo que lucha y que está en resistencia. No son los únicos ni los primeros, pero mantienen ese valor incalculable de la solidaridad sin condiciones, entre las pláticas se recuerdan viejas batallas como las de Atenco, Oaxaca, la Otra Campaña o la lucha por la libertad de los presos políticos. Aspira a convertirse en un referente para que más artistas se sumen al llamado y su trabajo político-cultural sea pieza a encajar durante las largas jornadas de rebeldía que se continuaran viviendo en este México desgarrado por la necropolítica.
Durante esta jornada artística –de ese arte que no se encajona y se empolva, sino que convive y envejece con las comunidades en resistencia– la BAP se va con la satisfacción del deber cumplido, con el sabor de boca de que hay que estar atentos al siguiente llamado, para contribuir desde sus saberes con ese México de abajo. Sabiendo que el próximo día de clases cuando lleguen los cientos de alumnos de la primaria Anselmo Camacho en Xochicuautla, serán los primeros críticos de arte, que podrán decir si estas obras les inquietan, les dicen o les hacen sentir algo.
Tal y como lo expresan los zapatistas en su comunicado del 31 de diciembre del 2014 y 1 de Enero del 2015. «No hay una respuesta sola. No hay un manual. No hay un dogma. No hay un credo. Hay muchas respuestas, muchos modos, muchas formas. Y cada quien va viendo sus resultados y va aprendiendo de su propia lucha y de otras luchas. Mientras los de arriba se enriquecen con paga, los de abajo se enriquecen con experiencias de lucha»