Las mujeres jornaleras del valle de San Quintín
LOURDES RUDIÑO
Hace poco más de un mes, el 17 de marzo, el Valle de San Quintín, en Baja California, fue escenario de un paro laboral de los jornaleros agrícolas –muchos indígenas, provenientes de Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Michoacán- que se extendió luego a bloqueos carreteros y saqueos y que derivó en una respuesta policiaca inmediata de detenciones y en negociaciones posteriores que tratan de definirse hoy día en la Ciudad de México, con autoridades federales.
Desde una perspectiva femenina, de Amalia Margarita Cruz, responsable del área laboral de la asociación Naxihi na Xinxe na Xihi (en mixteco; Mujeres en Defensa de la Mujer, AC), la movilización de los trabajadores es más que justificada. “Estamos en la frontera y todo es más caro. Una cartera de huevo cuesta 70 pesos. ¿Cómo puede ser eso, cuando el salario diario de los jornaleros es de 120 a 150 pesos diarios?, además un salario que en la mayoría de los casos implica ya las prestaciones de aguinaldo y utilidades”.
Datos de la asociación Proyecto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Prodesc), citados por el portal web Imagen Agropecuaria, en todo Baja California laboran 50 mil jornaleros (datos de 2014). En el caso del Valle de San Quintín, que abarca cinco distritos – Colonet, Camalú, Vicente Guerrero, San Quintín y El Rosario-, Amalia comenta que se carece de una cifra total, pero más o menos la mitad de los jornaleros son mujeres. La labor en este Valle implica el cultivo y cosecha de unas ocho mil 500 hectáreas de tomate, fresa, pepino, arándano, frambuesa, mora y cebolla, que en gran parte se exportan a Estados Unidos. Las mujeres que son madres tienen de tres a seis hijos, y muchas son solteras.
Muchos jornaleros están asentados en el Valle de San Quintín y han comprado terrenos donde fincan sus viviendas; otros, los migrantes que regresan continuamente a sus lugares de origen, rentan cuartos, pagan entre 400 y mil pesos mensuales.
La lucha de jornaleros, reportada por los medios, es en busca de respeto a sus derechos laborales, seguridad social, prestaciones de ley y freno al acoso sexual que sufren las mujeres, y que, dice Amalia, proviene de mayordomos, supervisores y de algunos compañeros de trabajo en campo.
De acuerdo con la entrevistada, en materia laboral Mujeres en Defensa de la Mujer se ha enfocado en impulsar la afiliaciones de las mujeres al Seguro Social, para que tengan derecho a incapacidad cuando se enferman y se embarazan, para que acumulen derechos por antigüedad y para que, al pensionarse, conserven atención médica y todo lo que tiene que ver con seguridad social.
“El hecho es que son muy pocos los jornaleros y jornaleras que cuentan con Seguro Social, sobre todo desde hace unos tres años cuando se empezaron a manejar los contratos colectivos” (por agrupaciones sindicales corporativas como la CROC, a las cuales los jornaleros desconocen y rechazan). “Esos contratos implican que los contratos se renueven cada mes. Le dan trabajo a la gente un mes, luego los descansan dos semanas y nuevamente los contratan por un mes. Todo para que no acumulen derechos ni acceso a la seguridad social”.
Amalia comenta que luego del paro del 17 de marzo, “mucha gente se reincorporó a trabajar; lo hizo por la necesidad económica; permanecer en pie en cuestiones de la huelga pone en riesgo el sustento de los hijos. En el Valle de San Quintín hay un buen flujo de mujeres que están solas, que son madres solteras, que trabajan aquí y también en el otro lado de la frontera, en Estados Unidos. Ellas solventan los gastos del hogar. Tienen que regresar a trabajar, independientemente de que se logren o no acuerdos con las autoridades locales y federales”.
Desde que ocurrió el paro, “vemos que prácticamente todo está igual, los salarios siguen igual. Algunas empresas sí están comenzando a asegurar a los jornaleros, son los ranchos más grandes, Pero en cuestión de salario, no se ve que haya un incremento. Algunas empresas han aumentado los salarios pero de forma voluntaria, no hay ningún documento que garantice que ese aumento permanezca”.
La entrevistada, quien fue jornalera durante 22 años, desde que era una niña de ocho años de edad, dice que actualmente no se observa en el Valle de San Quintín trabajo infantil, lo que sí ocurría en los años 80’s y 90’s. Asimismo, las tecnologías han cambiado; del surco se ha pasado al invernadero, con más reglamentos y cuidados… pero enfocados a las plantas, no a la salud de los trabajadores. La exposición a pesticidas sigue siendo riesgosa y dañina para la salud humana.
Comenta que en la crisis económica y social que viven los jornaleros, son las mujeres las más vulnerables y las que más sufren, porque “aparte de trabajar en el campo, que salen de sus casas a las cinco de la mañana y regresan a las cinco o seis de la tarde a sus casas, llegan a hacer aseo, ver a los niños, ver que el dinero alcance, ver el pago de la renta, y peor si viven con una persona que les genera violencia, que se alcoholiza y las golpea, las insulta, les quita el dinero, y que son acosadas en el trabajo, pues la mujer sufre el doble o el triple. Son ellas las que se embarazan, van embarazadas a trabajar, muchas veces no les dan trabajo por eso o son despedidas”.
http://jornadabc.mx/tijuana/24-04-2015/las-mujeres-jornaleras-del-valle-de-san-quintin