El sacrificio chapayeca: una plática en prisión con el yaqui Fernando Jiménez
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Por: Aldabi Olvera y Daliri Oropeza
(Vícam-Cócorit-Cereso 2 de Hermosillo, Sonora).- Debajo de sus máscaras brillan abultadas gotas de sudor y se alcanza a vislumbrar un rosario que muerden como manda de silencio. Ya durmieron sin cobijo. Ya cruzaron por un camino de sobriedad, sacrificio y penitencia durante los cuarenta días de la Cuarejma. Ya se disponen a ser purificados este Sábado de Gloria, casi al culminar la Semana Santa, despojándose de sus máscaras burlonas, de sus armas de madera pintada, de los vicios acumulados durante un año.
Son chapayecas, miembros de la kojtumbre de los indígenas yaquis de Sonora. Parecería que su función es el vivir la pasión no sólo para ellos, sino para todo aquel, para toda aquella que asista a la sagrada celebración.
“Resucitó Dios, y has de cuenta que resucitamos con él. Por eso estamos vestidos de blanco”, nos dicen tres pequeños cabos, futuros chapayecas. Hablan con total dominio, con profundo conocimiento de sus rosarios, de los personajes de la Cuarejma -venado, pascola, vírgenes- y del significado de estos días para la cultura yaqui.
“Vámonos, que nos pueden regañar”, dicen al final. Y se van corriendo con sus compañeros. No podemos tomar fotografías. No importa. Rojos intensos combaten con oscuros azules en el cielo. Las dos cruces de la iglesia del pueblo de Cócorit iluminan a los hombres que cumplieron con su deber en estos días.
Fernando Jiménez es chapayeca. Es, además, topógrafo. También luchador social. No pudo vivir su proceso de cuarejma. Fue detenido en septiembre del año pasado por policías vestidos de civil en un vehículo no identificado. Se le acusa, al igual que a su compañero de misiones y viajes, Mario Luna, de secuestro y robo. Ni a él ni a Mario se les han comprobado los delitos.
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Fernando llega al pabellón del Cereso 2 de Hermosillo, Sonora, de gorra y playera blanca. Se sienta con quienes integramos la comitiva que lo visita a propósito de la caravana que partió del centro del país, invitada por la Tribu Yaqui, a la Semana Santa.
“No son las condiciones para recibirlos, pero pues aquí estamos”, nos dice.
“Estamos aquí por defender el agua en contra de los gobiernos de hoy y contra los gobiernos por haber”, explica.
Su pueblo, Vícam, es semidesértico, pero tiene acceso al agua de acuerdo con el decreto presidencial emitido por Lázaro Cárdenas en 1940. Fernando insiste en que después de la revolución mexicana a los indígenas no se les ha hecho justicia, ni se les ha respetado la tierra y la libertad, ni sus derechos.
“No estamos por estar. Si no alzamos la voz, no nos quieren ver. Y si alzamos la voz nos encierran. Somos presos políticos”, agrega.
Vocero en la Cátedra “Tata” Juan Chávez Alonso, celebrada en el 2013 en Cideci-Universidad de la Tierra, Chiapas, entre los pueblos originarios agrupados en el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), Fernando recuerda anécdotas de la visita del Subcomandante Marcos a territorio Yaqui en el 2007.
“Como ustedes, es el agua. Ahora hacen esta nueva Ley del Agua, para que sólo los ricos puedan pagarla. Al rato nos van a cobrar hasta por respirar”. Explica a un delegado nahua de San Pedro Tlanixco, Estado de México, quien visita para recibir una carta que Fernando mandará a una mujer y cinco hombres presos desde hace diez años en Almoloya de Juárez, acusados de homicidio. Como Fernando, son defensores de los manantiales de su comunidad.
El yaqui manda también una carta a Alejandro Díaz Santiz, tsotsil preso en el Cereso 5 de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Actualmente, Díaz Santiz es hostigado por el director del penal debido a las denuncias públicas que realiza por falta de medicinas y comida en esta prisión donde también estuvo preso Alberto Patishtan.
En el mes de enero, en el marco del Festival Mundial de las Resistencias y Rebeldías en Contra del Capitalismo, Díaz Santiz recibió la visita de familiares de los yaquis en prisión.
“En mis cartas exijo libertad para los presos políticos del país, especialmente de los indígenas, y el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés (firmados entre el EZLN y el gobierno mexicano y que deberían garantizar la autodeterminación de los pueblos indígenas)”, explica.
Fernando también habla sobre las condiciones de su prisión. Cuenta que cuando fue detenido estuvo recluido por dos meses las veinticuatro horas del día en un cuarto de cuatro por tres metros. Ahora ya puede salir al pabellón. Ya puede correr por las mañanas.
“Lo que nos pasó a Mario y a mí fue diseñado en un escritorio”, opina.
“Mis ancestros sufrieron lo peor, y salieron avantes”, dice, refiriéndose al exterminio y deportación que su pueblo sufrió durante el porfiriato y en los primeros gobiernos de la revolución.
“…que yo no pueda aguantar un encierrito”.
Todos callamos.
Fernando Jiménez pudo no haber participado durante la cuarejma en Vícam, pero tras pasar dos meses incomunicado, encerrado sin haber cometido delito, sus palabras y su rostro muestran el temple que un buen chapayeca debería tener al final de la Semana Santa.
Pero Fernando no puede guardar manda de silencio:
“Que se escuche la voz desde las prisiones”, nos dice, “que no seamos un escarmiento, que seamos un motivo para que se mueva la maquinaria de la rebelión”.
Hasta la fecha, el movimiento en defensa del agua surgido en 2010 en los pueblos yaquis se ha mantenido apartidista. No se fía de que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) o el Partido Acción Nacional (PAN) tengan voluntad para liberarlos a él y a Mario Luna en este contexto electoral.
“Es un mal necesario el encierro de nosotros. El gobierno mostró lo que es. Y este sacrificio levantó nuestra lucha”, dice Fernando, quién ha recibido cartas de Sudamérica, de Europa.
“Hasta allá ha viajado mi nombre”, cuenta.
Esta semana hay una posibilidad de que Fernando sea liberado. De acuerdo con un comunicado de prensa difundido por la Misión Civil de Observación del Proceso de Consulta a la Tribu Yaqui, el lunes 30 de marzo, el yaqui fue notificado a través de su abogado defensor de la sentencia favorable en materia de amparo y en la que se ordena al Juez Tercero en Materia Penal que dicte el auto de libertad por falta de elementos para procesarlo. En un plazo de diez días debería salir de prisión.
Sin embargo, en enero del 2015 Mario Luna también fue notificado por una sentencia parecida donde se reconoce que no se verificaron las pruebas en su contra. Aun así el Procurador de Justicia de Sonora recurrió en contra de esta sentencia.
Aunque el gobierno del panista Guillermo Padrés y los gobiernos que le precedan, decidan mantener a Fernando y a Mario en prisión, liberar más órdenes de aprensión en contra de otros yaquis, continuar con el despojo del agua con el Acueducto Independencia; los pequeños cabos que están por acostumbrarse al frío, a deberse a su pueblo y a su kojtumbre, crecerán.
Se convertirán en chapayecas.
Seguirán existiendo.
Nota: Quienes integramos esta comisión intentamos también visitar a Mario Luna entre las tres y las cinco de la tarde. Después de explicar que los integrantes veníamos de lejos y que sólo queríamos platicar con él, en locutorio, nos fue negada la visita arguyendo, primero, que no existían visitas a esa hora, y después, que estaban realizando una “revisión penitenciaria”.
La policía que nos negó la entrada dijo después:
-Sí, están muy mal los presos en esta cárcel. Qué bueno que los vengan a visitar. Pero hoy no se puede-